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Brujas y adivinos: empleos al alza en Madrid

El comercio del ocultismo está más vivo que nunca con franquicias y decenas de tiendas

De cera roja carmesí y no más de veinte centímetros, un hombre y una mujer se encuentran desnudos abrazándose apasionadamente. Él la sujeta por las caderas y glúteos, y ella le corresponde entrelazando los brazos por su cuello. Sus cabezas permanecen unidas mientras que parecen estar susurrándose alguna intimidad al oído. Una fina cadena plateada les recorre el cuerpo, fusionándoles sin escapatoria desde los pies a la cabeza. Y por encima de ambos se asoma una mecha blanca, lista para ser encendida en el momento del ritual. La pareja conforma una vela, uno de los elementos necesarios para realizar un ‘hechizo de amarre’, cuyo efecto se traducirá, según sus practicantes, en obtener el interés de la persona deseada. El precio de esta vela oscila entre los veinte y treinta euros, y se trata de uno de los encantamientos más populares y solicitados en las tiendas esotéricas según sus dependientes.

Ouija en el escaparate de La Diosa Blanca │ A. G. P

En la cosmopolita ciudad de Madrid, el comercio es una actividad inherente al día a día. Numerosas tiendas de ropa, tecnología, grandes centros comerciales y restaurantes a raudales desbordan las calles de cualquier barrio madrileño, y no es una sorpresa para nadie, pero más allá de lo común, existe un negocio diferente: decenas de tiendas de esoterismo coexisten con el comercio convencional ante la mirada curiosa de viandantes que disminuyen su ritmo al pasar por enfrente de sus peculiares escaparates. Bolas de cristal; ungüentos para limpiar malas energías en el hogar; velas para potenciar la unión familiar, el amor, el dinero, la suerte o, incluso, causar justamente lo contrario; piedras semipreciosas o cartas de tarot con una inmensidad de diseños y temáticas, son algunos de los productos más abundantes que se pueden encontrar en estas tiendas.

«Tenemos más de 1.000 barajas y el dueño tiene 3.800 en su colección personal», afirma el dependiente de Santería Milagrosa, ubicada en las cercanías de la céntrica Puerta del Sol. Su tienda, cuya fachada azul celeste contrasta con llamativas letras amarillas y rojas que ofrecen servicios de lectura de tarot, consultas de santería y endulzamientos o limpiezas espirituales, es uno de los cuatro locales que la empresa tiene en la capital. El negocio, según revela el tendero, está acostumbrado a recibir a clientes de todas partes del mundo, por lo que compran objetos pertenecientes a la cultura del ocultismo de cada país. «Tenemos figuras que vienen de Brasil, Uganda, Egipto, Rusia, Miami, esculturas de la Santa Muerte que vienen de México…», asegura. Asimismo, el vendedor no se priva de relatar que los mazos de cartas de tarot que venden pueden costar 18 euros o rondar los 2000 si son de edición limitada, barajas cuyo éxito en la tienda es absoluto: «vendemos más o menos 20 mazos diarios», comenta.

A escasos diez minutos, cruzando Sol, se encuentra otra de las tiendas mejor reputadas del esoterismo, El Alquimista. Allí, las estanterías repletas de objetos se cierran sobre el visitante mientras suena una música celestial. Los coros de notas largas se funden con instrumentos de timbre suave y melodía sutil, como induciendo a un estado de trance. Desde hace más de quince años, Percy lleva recopilando «cualquier tipo de artilugio, incremento u objeto basado en la fe y en la creencia», atendiendo a la «esencia espiritual y creencia mística de cada país». Estampas de San Judas o diferentes crucifijos comparten habitación con símbolos satanistas y productos de Wicca. Afirma que buscan soluciones reales a problemas tangibles como estar en búsqueda de trabajo, atraer el amor de una persona deseada o «en casos extremos, ganarse una lotería». Además de productos, también realiza sesiones de tarot y diferentes rituales. El número de sesiones diarias va entre las seis y las quince, según asegura su dueño.

Productos esotéricos en El Alquimista│Javiera Vercelotti

Más allá del negocio

No todo son objetos espirituales y rituales cabalísticos. En el corazón del barrio Salamanca tiene uno de sus locales La Orden de Ayala. Angeología, conexión con vidas pasadas, espiritismo, magia ritual o numerología son solo algunos de los servicios que ofrece la Escuela Esotérica Europea, perteneciente a esta sociedad. «Llevamos cinco años organizando el Congreso Internacional de Baraja y Tarot, donde entra la historia, la psicología y la investigación», explica Victoria Braojos, mejor conocida como Ayala, fundadora de la Orden, experta en esoterismo y versada en órdenes herméticas. «Nosotros llevamos años haciendo talleres en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Son talleres de simbología, arquetipos e incluso el Tarot como herramienta de evaluación psicológica, como vehículo de autoconocimiento», agrega Braojos y revela que su objetivo también es dar una explicación a «por qué la cultura mágica es tan importante para las personas en muchísimas culturas».

Es por ello que considera que su actividad difiere de otras empresas ocultistas: «El esoterismo —tal y como yo lo entiendo— es aquello que está detrás, que aparentemente no puedes ver. Lo otro es exoterismo, que es a lo que todo el mundo tiene acceso».

El diccionario de español urgente, Fundéu, aprecia esta significación:

Según el diccionario académico, esotérico significa «reservado», «oculto o impenetrable para los no iniciados». Sin embargo, exotérico es lo contrario: «público», «común o accesible al vulgo»; por lo tanto, estos términos no deben confundirse.

La Diosa Blanca, también llamada Morrigan, es la deidad del amor y la guerra, del nacimiento y la muerte. También es el nombre que las Brujas de Iris decidieron para su local, ubicado en Pinto. Dedicado a la cultura celtíbera, los clientes entran bajo la atenta mirada de estatuas representativas de antiguos ídolos. Llegan en busca de esencias, soluciones herbarias, símbolos rúnicos, pero sobre todo, una sanación espiritual a sus afecciones tanto físicas como emocionales.

«Todo está orientado a la Celtiberia. Aquí no hay ni San Judas, ni rosarios. Somos paganas. Nosotras somos las brujas de guardia de Pinto», formula Luna, una de sus tres integrantes. «Somos celtas todos. Hay una vibración que tienes interna y que no tienes con otras culturas, porque está en el ADN. Está en nuestro inconsciente. Las raíces genéticas nos conectan con esa Celtiberia», reivindica Annis, sonriente tras un llamativo mostrador que simula una pequeña choza florida y habitada por gnomos y seres elementales, búhos, cuernos, runas y deidades celtíberas.  

Parte de su espiritualidad se entiende como una reivindicación histórica y cultural de algunas de las religiones conocidas más antiguas de la Península Ibérica y que, en su opinión, no tienen el reconocimiento que merecen. «Hay dólmenes en Andalucía desde hace 5.000 años. Las runas son elementos celtas, de aquí, del sur de Europa, de Tartessos. A Reino Unido y países del norte llegaron mil años después», determina la bruja, poco antes de atender a un cliente de avanzada edad que entra buscando una piedra para aliviar sus problemas de pulmón: asma y  EPOC.

«Tenemos clientes de todas las edades y todos los problemas. Tenemos muy buena reputación», comenta Paloma, de la tríada de Iris. Sobre el interés popular por estas culturas antiguas, aseguran que «ya lleva un tiempo aumentando». 

«Eso es el esoterismo, aquello que realmente nadie te puede contar, que solo lo puedes vivir tú. Por eso es esotérico, por eso está oculto, por eso nadie lo ve. Solo tú mismo lo puedes percibir»│Victoria Braojos

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