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Salamanca, el distrito de Madrid con más embajadas

Palacio de los marqueses de Amboage (Embajada de Italia). Foto: José Latova Fernández-Luna

Jaime Sánchez Moreno

Las embajadas suelen destacar o pasar desapercibidas. U ocupan palacios o forman parte de una comunidad de vecinos. El estatus que tengan a nivel internacional los países a los que pertenecen es clave en el tipo de edificio en el que se instalen. Y es extraño que el de las naciones más poderosas del mundo no destaque a ojos de cualquier persona.

Hay zonas específicas de una ciudad donde conviven legaciones  a pocos metros de distancia. Sobre todo, si mantienen relaciones diplomáticas cordiales como mucho. En Madrid se da una peculiaridad inexistente en ciudades como París, Londres, Roma y Berlín: que las embajadas de Serbia y Montenegro ocupan el mismo edificio. En la calle Alcalá, esquina con Velázquez, frente al Retiro, ondea una bandera de este último país. En la parte de Velázquez, la de Serbia… y la de Etiopía, claro. Y es curioso, porque la de Bosnia está a un par de calles, en Claudio Coello.

Al haber tantas embajadas en el distrito de Salamanca, este artículo habla de unas pocas: las que están en palacios o en lugares muy populares.

Italia

La Embajada del país mediterráneo se encuentra entre las calles Lagasca y Velázquez. Desde 1939, su sede actual es el palacio de Amboage, que el arquitecto Joaquín Rojí construyó en la segunda década del siglo XX. Inspirado en el barroco francés, el palacio perteneció al marqués de Amboage, cuyo título nobiliario fue concedido por el Vaticano. Obtuvo el primer premio concedido por el Ayuntamiento de Madrid como mejor casa construida de 1918 en la sección de <<hoteles particulares>>. La profusión de elementos ornamentales es un factor a destacar en la arquitectura de la Ambasciatta.

Estados Unidos

Donde actualmente se sitúa la sede de la Embajada estadounidense, existió un palacio conocido como <<La Huerta de Cánovas>>, que fue la residencia del histórico presidente del gobierno Antonio Cánovas del Castillo y de su mujer, Joaquina de Osma y Zavala. Los padres de esta cedieron a ambos el palacio como regalo de boda. Tras la muerte de ambos, el palacete fue vendido a la marquesa de Argüelles, y en 1931 el Gobierno lo compró para residencia del Presidente de la República. Azaña y Quiroga fueron sus inquilinos.

En los años 50, el palacio se derrumbó para crear en su lugar la Embajada de los Estados Unidos. Esta introduciría la modernidad en la arquitectura española, y serviría como símbolo de la apertura de España al mundo en pleno régimen franquista.

Francia

Francisco de Cubas, conocido también por ser el marqués de Cubas, construyó el Palacio de Arenzana entre 1876 y 1879. Desde finales del siglo XIX, es sede de la Embajada francesa, que al igual que la italiana tiene un estilo neobarroco. Además, tiene un estilo similar al clasicista de palacios italianos. Ante todo, denota una imagen eclecticismo, abierta a diversas tendencias. La Ambassade se encuentra en la calle Salustiano Olózaga, cerca de la Puerta de Alcalá.

Portugal

La Embajada portuguesa ocupa el palacete de los duques de Híjar, en el número de 58 del Paseo de la Castellana. Fue adquirido en 1950 por el Gobierno luso. El proyecto de construcción del palacete fue llevado a cabo por Joaquín Saldaña López, que se basó en un estilo francés para las fachadas del edificio.

Bélgica

Muy cerca de la legación diplomática de Italia y al lado de la Fundación Juan March, el Palacio del Marqués de Rafal es sede de la Embajada de Bélgica en España desde 1950. Con un diseño clasicista y neobarroco francés, el edificio cumple un centenario de su fundación. Pero el título de Marqués de Rafal existe desde su otorgamiento en 1636 por el rey Felipe IV de Habsburgo y Habsburgo a Don Jerónimo de Rocamora y Thomas, que lideró uno de los tercios de infantería más populares en las guerras de Flandes. Por este y otros servicios prestados por dicho militar y por sus antecesores a la rama española de los Habsburgo, Felipe IV le concedió el título de Marqués a él y a descendientes suyos.

Santiago Alonso es el exempleado más longevo, y empezó su carrera aquí a la edad de los 16 años. De 1951 a 1955, el príncipe de Ligne fue el embajador. Fue asesor del canciller y se encargó de asuntos como la contabilidad. Por preparar muchos carteles, fue recompensado  con un sueldo mensual de 200 pesetas de aquella época. Se casó con la bendición del príncipe de Ligne.

A principios de los años sesenta, la calefacción, que funcionaba con carbón, empezó a funcionar con gasóleo. Todo el carbón sobrante se regaló a las Hermanitas de los Pobres de calle de Almagro.

Desde los años sesenta hasta 2009, la reina Fabiola de Bélgica se alojó a menudo en la embajada en sus vistas a Madrid. Solía hablar en francés o en neerlandés con el personal del palacete. Un día se asustó cuando el marido de un miembro del personal le dijo que no la entendía y solo hablaba castellano.

Dinamarca

La delegación  nórdica ya salió en su día en un reportaje de Salvados, presentado entonces por Jordi Évole. En este documental, no falto de polémica, Évole descubre que, a diferencia de España, las oficinas comerciales danesas están integradas en las embajadas. «Es una ventaja y abarata costes», según diplomáticos daneses que hablaron con el periodista catalán. Según la embajadora de aquel entonces, Lone Denker, los embajadores daneses son diplomáticos de carrera, no políticos que dependen del gobierno de turno, como en el caso supuesto de España.

 

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