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GBL: la droga de moda en el ‘underground’ madrileño

Un ligero aumento de la dosis recomendada puede producir coma reversible o incluso la muerte

También se conoce entre los consumidores como G o «chorri» | ABC

Reunido en una casa del centro de Madrid, donde «estaba de after» con unos amigos. Así fue la primera vez que Manuel (nombre inventado, pues no quiere revelar el suyo) probó el GBL a principios de este año. Volvía de una fiesta, pero su intención era continuar unas horas más. «Fui yo quien preguntó por ella. Es una droga que llama mucho la atención por cómo se toma. Me dijeron que no la mezclara con alcohol, porros y mucho menos ketamina», comenta.

Para alcanzar los efectos psicoactivos deseados euforia, desinhibición y sedación, tuvo que tomar una única dosis cada hora, con los tiempos y las cantidades cuidadosamente medidas con un dosificador. De lo contrario, podía tener ‘un vuelque’. «A mí me ha pasado. Es como que te empiezas a quedar dormido, pero en realidad estás perdiendo la consciencia. También puedes empezar a hacer cosas extrañas como sonidos de animales y movimientos bizarros. Das mucho el cante», comenta Manuel, describiendo una sobredosis causada por esta sustancia.

El GBL, también conocido como «G» o «chorri», empezó a consumirse de forma recreativa en los años noventa como un derivado del GHB (ácido gamma-hidroxibutírico). Comúnmente está asociado a círculos homosexuales y liberales, donde se emplea en prácticas de ‘chemsex’, pero en los últimos tiempos su uso se estaría extendiendo en otros ambientes de la capital. «Tengo la sensación de que se ha puesto de moda hace relativamente poco. Sobre todo en el mundo ‘underground’ es donde más se encuentra aquí en Madrid», dice Manuel.

Esta droga depresora destaca principalmente por dos características: el alto riesgo de sobredosis que presenta y la facilidad a la hora de acceder a ella. «Por un mililitro te puedes pasar, es lo que se considera la dosis estándar. Si te sales de eso te puede dar un chungo. Pero para palmar te tienes que haber excedido mucho en alcohol, ketamina o haber tomado una dosis muy muy alta», dice Manuel. Aquí reside una de las claves de su peligrosidad. El GBL es una droga asociada al policonsumo, por lo que, al estar bajo la influencia de otras sustancias en el momento de la toma, es mucho más sencillo descontrolar la dosis o los tiempos de espera requeridos.

Disolvente de uso industrial

En cuanto a la forma de distribución y adquisición, no está directamente relacionada con el narcotráfico. Al ser un componente químico presente en disolventes de uso industrial, como los empleados para limpiar llantas de coche o tuberías, es posible conseguirlo por Internet y su coste no es muy elevado. Esto facilitaría en gran medida su expansión. Sin embargo, según datos del Observatorio sobre el Plan Nacional de Drogas, solo el 1% de la población española habría consumido. Y es que, a diferencia de otras drogas como la cocaína o las anfetaminas, los efectos del GBL no permiten compatibilizar su ingesta con otras actividades cotidianas. Por eso su consumo se reduce a círculos más cerrados, habitualmente relacionados con el ocio nocturno.

Elisa Rodríguez, psicóloga general sanitaria de Proyecto Hombre Madrid, afirma que «su consumo es minoritario» y que «no existe una demanda específica a nivel clínico en los centros de rehabilitación». «Vemos que hay consumo de otras drogas y en la exploración sí detectamos que se ha podido consumir de manera esporádica», aunque apunta, «a nivel clínico es distinto de lo que se puede ver en la calle». Desde la asociación advierten de la «importancia en la prevención» para evitar sus efectos y posibles casos de dependencia.

En esta línea, Manuel comenta que cuando «lo tomas mucho y lo dejas» puede producir síndromes de abstinencia fuertes, relacionados con desequilibrios del estado mental y emocional. «Tienes subidas y bajadas emocionales hasta que lo vuelves a tomar. Entras en un bucle», afirma. Ante esto y la alta probabilidad de sobredosis en entornos no controlados,  intenta informarse antes de consumir cualquier sustancia para conocer sus efectos y posibles consecuencias. «Cuando lo tomé casualmente estaba con gente que sabía, pero en general hay mucho desconocimiento», afirma.

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