La periferia madrileña subsiste sin bibliotecas
La capital reduce los espacios destinados a estos centros y cada día se acrecienta la brecha para acceder a ellos, que se concentran en el núcleo de la ciudad
España dispone de más de 4.500 bibliotecas públicas en todo su territorio. Las comunidades autónomas que lideran en contar con estos espacios son Andalucía (769), Castilla-La Mancha (472), Cataluña (431), Extremadura (421) y Comunidad Valenciana (416). Por su parte, la Comunidad de Madrid (233) se posiciona por debajo en número de bibliotecas. Para analizar la deficiencia de esta comunidad respecto a otras a nivel bibliotecario, se deben considerar otros elementos: uno de ellos es que tiene más de 350.000 estudiantes inscritos en instituciones de nivel superior –entre universidades y centros adscritos–, siendo de las regiones con mayor relevancia académica a nivel nacional. Asimismo, según las cifras obtenidas de la Red de Bibliotecas Públicas de la Comunidad de Madrid, el año pasado se produjeron más de diez millones de visitas a estos centros en toda la región y se realizaron casi seis millones de préstamos de diversos documentos de lectura.
En Madrid esta situación es aún más crítica. Según los últimos datos, más de tres millones de personas residen en la ciudad y aproximadamente medio millón de estas se encuentran en etapa escolar (entre los 3 y 15 años). Dicha cifra aumenta al incluir la etapa educativa de Bachillerato y universidad, donde el total de estudiantes estaría cerca del millón, lo que refuerza el hecho de que la capital es uno de los principales centros educativos del país. Esta alta demanda educativa y cultural es apreciable en épocas de exámenes, donde las bibliotecas y salas de estudio de la ciudad se encuentran repletas de estudiantes que buscan un espacio para concentrarse. Sin embargo, el Ayuntamiento de Madrid no responde de manera adecuada a esta demanda, puesto que la ciudad sólo cuenta con 33 bibliotecas distritales, alcanzando los 53 establecimientos públicos en todo Madrid al sumar los puntos de bibliored.
Al desglosar y comparar los datos en número de bibliotecas públicas, población, renta media por persona y superficie en hectáreas de los veintiún distritos se pueden apreciar situaciones complejas. Los distritos con mayor número de habitantes en su superficie son Carabanchel, Fuencarral-El Pardo y Latina; y en el extremo contrario se ubican Barajas, Vicálvaro y Moratalaz. Para poder realizar cualquier comparación se debe tener en consideración la superficie de cada distrito, donde los que disponen de un mayor área en hectáreas son Fuencarral-El Pardo, Villa de Vallecas y Moncloa-Aravaca; a la vez, los que abarcan menor espacio son Chamberí, Centro y Tetúan. Asimismo, los distritos con mayor renta media por persona –desde los 20.000 euros al año– son Chamartín, Ciudad Lineal y Tetúan; mientras que los que disponen de ingresos inferiores son Villa de Vallecas, Puente de Vallecas y Barajas. A partir de estos datos se puede elaborar un análisis más profundo de lo congestionados que se encuentran los espacios bibliotecarios en la capital y, en particular, por distrito.
Este análisis se ha realizado como si estas instalaciones se encontraran en funcionamiento normal, ya que varias de estas se encuentran temporalmente cerradas por reformas. Así pues, al comparar el número de bibliotecas generales por cada 100.000 habitantes se puede apreciar el acceso y la congestión de estas en cada sector. Los distritos de Centro, Vicálvaro y Chamberí tienen los mayores índices y por tanto un mayor acceso, donde en el Centro se obtiene una cifra de 3,55 por cada 100.000 personas. La situación opuesta la experimentan Arganzuela, Fuencarral-El Pardo y Carabanchel, donde la cifra más baja es 0,64.
Se puede apreciar que las bibliotecas se localizan en los distritos del núcleo de la ciudad, y al ir alejándose hacia el exterior se observa un descenso en el número de las mismas, lo que agranda la brecha del acceso a estos centros, obligando a los usuarios a movilizarse para poder utilizarlos. En Arganzuela sólo existe una biblioteca general que la deben compartir todos sus habitantes, por lo que para solucionar en parte este problema abrieron una biblioteca especializada. A su vez, los habitantes de Chamberí no conocen esta situación, ya que es el distrito más pequeño, pero en ella se localizan seis centros en total, de los cuales la mitad son especializados. La mayor urgencia la experimenta Carabanchel, que sólo posee tres bibliotecas generales, siendo el distrito con mayor número de habitantes, quienes llevan años exigiendo soluciones. Así pues, las diferencias en el sistema bibliotecario madrileño se agudizan aún más en el acceso a las bibliotecas especializadas. En Madrid sólo hay 30 de estos centros, que se encuentran en 8 de los 21 distritos. El Centro agrupa a 14 de estas instituciones, seguido por Salamanca, que cuenta con 5.
Para aliviar la extrema congestión en estos centros culturales, el año pasado se anunció la aprobación de los proyectos para la creación de nuevas bibliotecas en Carabanchel, Villa de Vallecas y Villaverde. Sin embargo, las construcciones aún no se han iniciado ni se han habilitado espacios distritales para ser utilizados como salas de estudio ni de lectura. «Nuestro barrio (Ensanche de Vallecas) tiene ya 55.000 habitantes y sigue creciendo, pero carece de biblioteca, lo que obliga a nuestros vecinos a desplazarse, algunos hasta cuatro o cinco kilómetros, hasta la biblioteca más cercana», indica Rosa María Pérez Mateo, presidenta de la Asociación Vecinal PAU Ensanche de Vallecas en un comunicado de la Federación Regional de Vecinos de Madrid (FRAVM).
La única medida que se ha aplicado recientemente ha sido la de extender en treinta minutos los horarios de las bibliotecas municipales, así como la apertura los fines de semana de algunos de estos espacios. La mayor paradoja que se puede apreciar en la ciudad es que se incrementó el presupuesto para la inversión para el fomento de la lectura, pero las instalaciones dedicadas para bibliotecas se han reducido considerablemente y no tienen espacios propios, sino que las han introducido dentro de los centros culturales distritales.
Barrio de Salamanca en descuido
«Havrid la viblio. Es urjente», se podía leer hasta hacía dos meses en una de las cuarteadas paredes de la calle Azcona del distrito madrileño de Salamanca. Bajo estas palabras tapizadas de errores ortográficos emergían cuatro dígitos. Se trataba del número de días que llevaba -y lleva- cerrada la Biblioteca Pública Manuel Alvar, el edificio que yace desdeñado en el nº42. Hoy día no hay rastro de la pintura amarilla y los mensajes de socorro que enfundaban las paredes. Capas de color blanco cubren los gritos de un edificio y sus ex habitantes. Las verjas cerradas, prohibiendo así el paso, evidencian la clausura de una biblioteca que cumple cuatro años cerrada.
«La Biblioteca Manuel Alvar cumple hoy 1454 días cerrada. Esto es un retraso de 1201 días respecto a la previsión inicial», se puede leer en la cuenta de Twitter ‘¿Cuánto lleva cerrada la Biblioteca Manuel Alvar?’. El 22 de abril de 2019 las puertas de esta biblioteca cerraron con motivo de unas reformas de emergencia debido a que no reunía las condiciones sanitarias adecuadas con respecto al Covid-19. A principios de 2020, ya finalizadas estas obras, ambas administraciones decidieron llevar a cabo unas nuevas. Sin embargo, no fue hasta hace unos meses cuando el Ministerio de Cultura publicó el anuncio de licitación de estas reparaciones para el verano «Desde entonces las respuestas han sido prácticamente evasivas de todas las administraciones, tanto de la Comunidad de Madrid, encargada de la gestión de la biblioteca, como del Ministerio de Cultura, titular de la misma», declara Miguel Sánchez, colaborador en el espacio vecinal La Atenea.
Pero no sólo la Manuel Alvar ha sufrido un cierre repentino. En agosto de 2021 la Biblioteca Pública David Gistau cerró sus puertas hasta el día de hoy. Esto ha ocasionado que 150.000 personas del distrito de Salamanca no puedan acceder a este tipo de institución. Sánchez, como estudiante, asegura que se ve obligado a irse a La Elipa a estudiar, a unos veinte minutos de su barrio, lo que le supone un coste económico, además de la pérdida de tiempo que supone trasladarse en transporte público: «Es un derecho de todos los ciudadanos el que exista una biblioteca pública para un número determinado de habitantes que, claramente, no se está llevando a cabo en este distrito».
María Izquierdo, vecina del barrio, se encuentra estudiando inglés en una academia y manifiesta que cuando ha necesitado adquirir un libro de la biblioteca para el desarrollo de su aprendizaje, se ha tenido que trasladar a Cuatro Caminos, a media hora del distrito. «No todo el mundo nos podemos permitir la compra constante de libros. Existen muchos edificios vacíos pertenecientes al ayuntamiento que deberían utilizarse como salas de estudio y bibliotecas especializadas». También Claudia Sánchez, estudiante recién mudada al distrito, afirma que se sorprendió mucho cuando llegó y observó que no existía ninguna biblioteca pública en la zona: «Una biblioteca es una herramienta que permiten a las familias que no poseen los suficientes recursos socioeconómicos estudiar. Es un derecho que nos están quitando».