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Activistas veganos se manifiestan en contra de la explotación animal por Gran Vía

Las reacciones varían entre la indiferencia, la empatía y la agresividad de los ‘trolls’. Su intervención no pasa desapercibida

«Mucha gente piensa que es una dieta. No. Son valores, es una ética. Es la conexión con las víctimas, el reconocerlos como individuos que tienen derecho a ser libres»

Si alguna vez has pasado por el McDonald’s al lado de la estación de metro de Gran Vía en una tarde de domingo, posiblemente hayas visto a un grupo de activistas con máscaras de Guy Fawkes (al estilo V de vendetta) sosteniendo pantallas de televisión. En esas pantallas, imágenes inquietantes de mataderos.

Aunque encontrarse con escenas de ese tipo puede no ser lo más agradable en un paseo dominical, hay una intención detrás de ello. Los activistas buscan alentar la adopción de un estilo de vida vegano, confrontándolos con las duras realidades de la cría y el sacrificio de animales para alimentos, cosméticos y farmacéuticos. Ellos son Anonymous for the Voiceless (AV), y esta forma de activismo directo y crudo busca que las personas reflexionen sobre sus elecciones dietéticas y de estilo de vida.

AV comparte con el público la filosofía antiespecista, la creencia de que los humanos no somos superiores al resto de animales, por lo que se condena todo tipo de «esclavitud» y «asesinato» entre especies. No apuntan solo contra los frigoríficos o laboratorios, sino a todo aquel que consuma productos de origen animal: carnes, lácteos, huevos y cueros, entre otros. María Cid, profesora de secundaria e integrante de la organización, transmite el mensaje de que el veganismo no es una moda, sino un posicionamiento moral por los animales: «Mucha gente piensa que es una dieta. No. Son valores, es una ética. Es la conexión con las víctimas, el reconocerlos como individuos que tienen derecho a ser libres», explicó en entrevista con Madrilanea. 

Cada domingo de 12:30 a 15:30, los activistas se reunen para transmitir su mensaje mediante lo que llaman «cubos de la verdad». María Mondéjar, educadora social y organizadora de los eventos, le contó a Madrilanea en qué consiste la performance: «Un grupo de nosotros forma el cubo sujetando teles de manera inmóvil para que los transeúntes puedan ver las pantallas y concienciarse solamente con ver las imágenes. Y luego está el outreach, el contacto directo con la gente que se para a ver las pantallas y que quiere saber más de lo que estamos haciendo». En las pantallas, se exhibe contenido gráfico de la explotación animal en granjas, laboratorios o mataderos. Muchas de estas imágenes provienen del documental Dominion.

María Cid, organizadora en Anonymousfor the Voiceless
María Cid, organizadora en Anonymous for the Voiceless

La convocatoria de activistas cambió con la crisis del COVID-19. Antes, el promedio era de entre 30 y 50 personas, pero luego hubo una baja significativa, llegando a ser entre 4 o 6 participantes. Pero la presencia en redes los ha ayudado a reactivar la presencia en las calles: «Estamos muy contentos porque llevamos unos meses de un buen nivel de número de activistas. Están viniendo entre 20-25 personas a cada cubo», comentó Mondéjar. 

La transitada Gran Vía ha demostrado ser una locación ideal. Las reacciones del público suelen ser positivas: «Estamos en un buen momento en el que la gente está más dispuesta a conectar con los animales, a dejar de hacer lo que no querrían hacerse a sí mismos», expresó Cid.

Entre los espectadores de los «cubos de verdad», un hombre llamado Miguel compartió su opinión con Madrilanea: «No estoy de acuerdo con lo que se manifiesta, pero me parece que está bien que lo hagan delante del McDonald’s; que se haga enfrente de ese restaurante es la forma de que convenzas a la gente de que no entre y no consuma la carne que se produzca», expresó. 

Beatriz, otra transeúntes, tiene una postura diferente sobre la performance: «Entiendo el punto porque ya hemos visto cómo McDonald’s produce ciertos alimentos como los nuggets, que literalmente cogen pollitos y los meten vivos en la trituradora y ahí es de donde sacan la carne. Pero considero que no es el sitio en el que deberían de estar, porque McDonald’s es  el último eslabón de la cadena», dijo. Según ella, sería más productivo manifestarse frente a un matadero o una granja con prácticas de explotación animal, el origen de las imágenes que muestran las pantallas. Además, cree que AV no está logrando lo que se propone: «Somos una  generación que va muy deprisa y va corriendo. Y sí, pueden parar delante de McDonald’s y la gente puede quedar un poco impactada, pero creo que es tan inmediato como mirar el móvil y volver a  guardarlo», explicó.

Más allá de las críticas o los puntos de mejora, se ven cada vez más activistas que han empezado como transeúntes y que han terminado sosteniendo en brazos las mismas pantallas que los inspiraron. «Casi todos nos vamos a casa con buenas sensaciones. Hay días en los que de repente, bueno, te has cruzado con algunos que llamamos ‘trolls’, que vienen un poco a fastidiar o a reírse. Pero creo que en general es más positivo que negativo el impacto que hay», comentó Mondéjar a Madrilanea. Entre las reacciones negativas, esta educadora destaca personas que hablan de comer un filete en frente de los activistas, pero la situación es en general más pacífica que en otros puntos donde AV tiene presencia, por ejemplo en el Reino Unido.

Meri Mondéjar destaca un evento en particular que les ha sucedido en una de sus manifestaciones públicas: «Nosotros nos situamos al lado del McDonald’s. Una vez, un par de chicos compraron unas hamburguesas y nos las dejaron en frente de una de las pantallas. Bueno, las recogimos y las tiramos y sin más, porque además estos chicos no tuvieron ni siquiera la decencia para acercarse ni cruzar dos palabras, sino que simplemente lo dejaron y se fueron corriendo». Más allá de este incidente, la gente suele ser indiferente o empática con los activistas.

Anonymous for the Voiceless tiene en la mira continuar con sus manifestaciones en la Gran Vía y con su difusión del antiespecismo a la población madrileña. Con el tiempo, su objetivo es lograr que más personas se hagan veganas para ir cambiando el panorama social y, potencialmente, el legal. 

 

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