No aprenden
Decía hace unos días la ministra de Empleo, Fátima Báñez, que estábamos saliendo de la crisis. Se refería a unas «señales» que de momento están fuera de la óptica de la totalidad de organismos internacionales y estudios de análisis privados. Con un desempleo que escala sin freno hacia los seis millones de parados, obligando a nuestros mejores y jóvenes talentos a emigrar y con una cada vez más evidente polarización de la población, ¿quién puede decir que ve señales de ningún tipo?
España ha iniciado una dirección para atajar la actual situación. Puede ser irrenunciable para unos y equivocada para otros, pero lo que es incuestionable es que no estamos si no empezando una larga travesía en el desierto. Cuando allá por 2020 hayamos bajado del 15% de paro, y ya es mucho decir, ¿habremos salido de la crisis? Lo habremos hecho si nos conformamos con un dato que dobla el actual de Estados Unidos y por el que allí se tiran de los pelos. Seamos serios, sea cual sea el camino que elija España para salir de la crisis, el trayecto será largo. El fantasma de Japón y su década pérdida empieza a parecer incluso demasiado optimista.
Pero lo peor de esta historia es encontrarnos de nuevo con un responsable político de espaldas a la realidad. Si algo hundió la legitimidad del anterior Gobierno fue su optimismo antropológico, aquel que muchos llamaron «zapateril» y que ilustró mejor que nadie la responsable económica del momento con aquello de los brotes verdes. Error. Quienes ahora gobiernan no tardaron ni un minuto en pedir «respeto» a los españoles que lo pasaban mal y advertir de lo equivocado de semejantes predicciones. ¿Por qué ahora cuando ningún indicador económico ha mejorado sustancialmente actúan del mismo modo y manera que sus antecesores? Política e incongruencia, es asombroso lo a menudo que coinciden estas dos palabras. No aprenden.