Un hogar en la UVA
Enriqueta lleva casi medio siglo habitando en la Unidad Vecinal de Absorción (UVA) de Hortaleza. A sus 74 años, es toda una vida. De ellos, lleva casi 20 esperando una noticia. No sabe cuándo llegará, pero sí que es inexorable: tendrá que preparar las maletas, empacar sus recuerdos y dar las llaves de una casa que será derribada con todo lo que quede dentro.
Enriqueta llegó en 1965 desde el poblado de La Elipa, desalojado para construir la ampliación de la M-30. Vio cómo los vecinos de la barriada de Santa María decían que no entraban allí porque «había mucha gente mala», cuenta. Pero Enriqueta está contenta con el barrio. «Mi madre decía que “donde hay tejas, hay putas y pellejas”. Hemos vivido aquí y no hemos tenido problemas», explica.
En 1994, la Comunidad de Madrid decidió demoler los bloques y rehabilitar la zona ante la degradación urbanística. Desde entonces, el Instituto de Vivienda de Madrid ha entregado 598 casas. Otras 245 se están construyendo o están a punto de comenzarse. Los habitantes de la UVA están obligados a mudarse cuando les adjudiquen una de esas viviendas nuevas.
«Piensan que estamos viviendo como gitanos» asegura Enriqueta. Pero ella está orgullosa de su casa: «La tengo muy arregladita». Está pintada en ocre. La madera abunda. Tiene una pequeña terraza repleta de plantas, un espejo y un mueble salón comedor en el recibidor, con figuritas de todo tipo, y un salón con la típica mesa camilla al lado de un televisor de plasma. Hay fotos en todas las habitaciones y muñecas Barriguitas sobre la cama de la que era la habitación de su hija.
La Comunidad concedió el piso a la madre de Enriqueta. Era asistenta y cargaba con cuatro hijos y una hermana con una discapacidad mental leve. El padre de Enriqueta era albañil, pero murió en un accidente laboral cuando Enriqueta apenas contaba con 5 años y el menor de los cuatro hermanos sólo tenía 40 días. Años más tarde la familia se trasladó al piso de 45 metros cuadrados, un baño y tres dormitorios de la UVA. Actualmente Enriqueta vive con su marido, Gregorio, y cuida de su único nieto. «Y ahora que estamos sólo tres, ¿y no vamos a tener casa?».
Habla con el desparpajo que da la edad y mantiene las mismas costumbres desde hace años. Sigue comprando en el mercado de la UVA. No le gustan las grandes superficies porque los filetes de allí son «bonitos por arriba, cascajo por abajo». Viste una falda larga y negra y un abrigo marrón ancho.
Una vivienda a 1,89 euros
El pretexto que les dieron para hacer las casas nuevas, afirma, era que estaban en mal estado: «Que si se caen, que si no… pero no están para caerse, ni mucho menos». Eso, y que los techos son muy bajos. «Es el defecto que tienen, pero ¿cuántas casas se están vendiendo ahora con 30 metros? Hoy nos quejamos de vicio. Aunque los techos sean bajitos, tenemos una vivienda. Algo que otros no pueden decir, que con pisos los están echando a la calle».
Cuando les adjudiquen la nueva vivienda pasarán de pagar 1,89 euros por el alquiler a casi 100. Por eso, cuando le preguntan a Enriqueta que cuándo le va a tocar el piso, ella contesta que «cuanto más tarde, más ahorra». Se resignan a lo que viene: «A mi no me importa quedarme. Estoy muy a gusto aquí».
Han hecho reformas a lo largo de sus 48 años en la casa. Ahora sólo son dos dormitorios, han hecho un cuarto de estar donde Enriqueta hace ganchillo y punto de cruz por las tardes y han ampliado la cocina. Lo hizo Gregorio con sus propias manos. Le quita importancia y dice que no tardó mucho. Fueron «dos domingos, pin-pan, pin-pan…».
Por eso Gregorio se indigna al ver las casas de la UVA que salen en los medios de comunicación. «¡Si vieras todas las casas que han sacado!». Su esposa cree que van buscando las peores. Y Gregorio continúa: «Yo muchas veces pienso que qué poca vergüenza tienen, enseñar eso… yo lo veo así y lo primero que hago es decir que no. Se les estropea una tubería y le ponen ahí un cacho de goma… No se ha gastado un duro en arreglar la casa».
Gregorio era el encargado del Palacio de Deportes de Madrid. Allí era conocido como «el abuelo». Comenzó a trabajar cuando lo inauguraron en 1960 y, a los tres meses de jubilarse, en 2001, un gran incendio arrasó el recinto. Un trofeo de kárate masculino preside la entrada a su casa. No lo ganó él, sino unos extranjeros. Pero antes de irse, se lo regalaron. «Para ti, para ti», recuerda Gregorio que le dijeron. También guarda otro de baloncesto.
En la medida que pueden, siguen haciendo reformas, pero no hacen más porque saben que en cualquier momento saldrán por la puerta y no volverán. Enriqueta se muestra tajante: «A mí me hubiera gustado poner la cocina, pero 600 mil pesetas se te van en amueblar la cocina».
Enriqueta mira hacia su terraza, con los huecos que dan a la calle tapados con plástico transparente. «Lo único que vamos a echar de menos el día que nos den la casa es la terraza. No tienen terraza. Y nosotros aquí, ahora, que nos da el sol… que mira las plantas como están… allí nada, todo eso lo pierdes».
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En estas casas se podían haber reformado tuberías, claves eléctricos, fachada. etc.
Pero la excusa de que se van a caer es solo eso, una excusa.
La verdad es que esas casas a los 50 años de estar viviendo en ellas y pagando el alquiler correspondiente, pasaban a ser propiedad de los inquilinos. y eso es lo que han tratado de evitar.
Porque a día de hoy las parcelas que ocupan esas casas tienen mucho valor. y una vez que alojen a todos los vecinos de la UVA de Hortaleza con el resto de terreno que quedará libre, que es mucho, servirá posiblemente para especular con él.
Por lo tanto a los que aun no les han entregado nuevas viviendas o no quieren marcharse hacen lo que tienen que hacer proteger el terreno que les pertenece.
Y los que ya lo han hecho han cometido un gran error, pues a día de hoy Julio de 2015 esos terrenos serian propiedad de los que han aceptado un piso.
Han perdido una propiedad. Unas casas que como he dicho al principio de este párrafo, con unas reformas, podrían haber seguido siendo habitables.
Todo esto lo redacta un vecino que creció y vivió allí hasta que tuve 30 años y me marché a vivir a otro lugar. Porque en Hortaleza comprar una vivienda era imposible para mí.
un Abrazo a mis vecinos de la UVA de Hortaleza
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