El ADN de Chamartín
El estadio del mejor club de fútbol del siglo XX, según la FIFA. Las Cuatro Torres más altas de España. Un buen número de embajadas, incluyendo Cuba, Rusia, Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos y Nigeria. Un puñado de sedes ministeriales, verbigracia, Defensa, Economía, Empleo… La sede de una importante plataforma de activismo ciudadano (Hazte Oír). El Auditorio Nacional. Una de las principales estaciones de ferrocarril de la capital. Pongamos que escribo de Chamartín.
Sin embargo o con embargo, todos los edificios no son capaces de descifrar el sentido de la vida entre los límites que comprenden los barrios de Castilla, Nueva España, Hispanoamérica, Ciudad Jardín, Prosperidad y El Viso. El código genético de Chamartín está inscrito en sus gentes, en todos y cada uno de los chamartineros que han morado o moran en sus viviendas. Unos están vivos, y otros están muertos. Unos son famosos, y otros no lo son. Si recorremos estas calles, toparemos con placas que recuerdan el paso, el peso, el piso y el poso de personajes ilustres. Estas placas las puso el Ayuntamiento de Madrid.
Si nos situamos en el vértice suroeste del distrito, plaza de Gregorio Marañón (metro homónimo, línea 10), veremos una placa del susodicho prócer: «Aquí vivió y murió Gregorio Marañón, gloria de las ciencias y de las letras españolas… 27 de marzo de 1961». Escuchemos esta cita del ilustre médico endocrino, científico, historiador, escritor y pensador, de corte humanista y liberal: «Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad».
Castellana arriba, pasadas la plaza de San Juan de la Cruz y el Corte Inglés, en el número 124, encontramos una placa que recuerda al político Joaquín Satrústegui: «En esta casa vivió de 1958 a 1992 el político monárquico liberal Joaquín Satrústegui, consagrado a la reconciliación de los españoles». Uno de los epitafios más bellos que cabe atribuir a un político con una agitada trayectoria, desde su participación en la Guerra Civil hasta la UCD, pasando por el Contubernio de Múnich.
En una bocacalle cercana, Santiago Bernabéu, 5, aparece una placa dedicada a otro conspicuo que conciliaba saberes científicos y humanísticos: «En esta casa vivió sus últimos años Juan Antonio Vallejo-Nájera, psiquiatra y escritor, hasta su fallecimiento en 1990». Fue ganador del premio Planeta en 1985 con Yo, el rey. También dedicó una obra a los Locos egregios.
También en la Castellana, por la zona de Cuzco, vivió el jocundo y jocoso Jaime Campmany, columnista de ABC y fustigador de los «rojelios» de la izquierda. Fundó la revista Época en 1985 y tuvo las agallas de abordar un Romancero de la Historia de España. La inoportuna muerte, que todo lo bazuca, le impidió llegar hasta el final, si bien dejó escrito su Romance del siglo XX, recogido en el libro El Rey en bolas y otros romances. Con motivo de su 80º cumpleaños, su diario le entrevistó. Celebró sus ocho décadas con una cena en el restaurante José Luis de la calle de Rafael Salgado. Apenas un mes después, «escribió su última columna y murió», como expresó su hijo Emilio, hoy periodista en Libertad Digital.
De Cuzco parte la avenida de Alberto Alcocer, exalcalde de Madrid y abuelo de un miembro del tándem de «los albertos» (cuyas exmujeres, por cierto, Alicia y Esther Koplowitz, eran vecinas del Paseo de la Habana). Alberto Alcocer, 23, es nuestra próxima parada: «Aquí estuvo la casa donde vivió el poeta y filólogo madrileño Dámaso Alonso, y en ella falleció el 25 de enero de 1990». El autor de Hijos de la ira estudió en el colegio de jesuitas de Chamartín, distante sólo unas pocas paradas en la línea del autobús 14. «¡Oh terso claroscuro del durmiente!/ Derribadas las lindes, fluyó el sueño./ Sólo el espacio» (de Sueño de las dos ciervas).
El curso sinuoso del Paseo de la Habana desemboca en la Plaza del Duque de Pastrana. Simplemente «la plaza» para todos los alumnos del colegio Nuestra Señora del Recuerdo. Los Duques de Pastrana-Infantado fueron otrora los grandes propietarios del pueblo madrileño que se conocía como Chamartín de la Rosa. En 1880 estos duques donaron La Quinta del Recuerdo a la Compañía de Jesús, y la orden ignaciana fundó en estos amplios terrenos su mayor colegio de Madrid. En esta Quinta se alojó el mismísimo invasor Napoleón Bonaparte en diciembre de 1808, como reza la placa enclavada en los tutelares muros del actual colegio. «Aquí estuvo el Recuerdo, Quinta de los Duques de Pastrana donde Napoleón se alojó en diciembre de 1808».
Y lo mejor para el final. En la calle del Doctor Fleming, en la que también vivió Los placeres y los días el periodista literario y escritor periodístico Francisco Umbral, antes de mudarse a La Dacha, su casa de Boadilla del Monte. En doctor Fleming, 45, donde ahora flamea la bandera de la República Democrática del Congo, vivió una gran figura del periodismo español. «En esta casa vivió el periodista Antonio Herrero Lima, defensor de la libertad en la radio (1955-1998)». Hijo y nieto de periodistas, su infancia («cuando no chupaba micrófono, sino balón») discurre en este barrio, conocido entonces como «costa Fleming», según nos cuenta su hermano espiritual Luis en En vida de Antonio Herrero. Luis Herrero cree que lo de costa Fleming era «en honor de las putas de lujo» que se instalaban por allí.
Editado por J. López García