La Cuesta de Moyano: un grito en favor del libro
La Cuesta de Moyano es uno de esos rincones de Madrid reservados a la cultura más tradicional. Los casi 200 metros que separan el Paseo del Prado de la calle Alfonso XII albergan treinta casetas: en ellas, joyas literarias tanto por temática como por fecha de edición, esperan.
Una estatua de Claudio Moyano, político liberal del S.XIX, da nombre y bienvenida a un espacio al que se accede desde el comienzo del Paseo del Prado, dejando atrás la Glorieta del Emperador Carlos V. Aquí convive desde el año 1925 la feria permanente de libros de la Cuesta de Moyano. A su espalda, el Jardín Botánico. A escasos metros, la entrada del Ángel Caído al Parque del Retiro. En un lugar donde la presencia del Museo del Prado ya se deja sentir, en pleno corazón cultural de la capital, es donde la Cuesta de Moyano reivindica su espacio. Variedad, riqueza, pero también crisis, son las palabras que describen el espejo literario del Madrid del Siglo XIX. Un espacio que grita por no caer en el olvido.
Carlos es un empleado de la caseta Prestel, la número 17 de la feria. A sus 38 años su perfil es atípico al de muchos de los otros «caseteros». Pero él mismo confirma que asociar librero con alguien de avanzada edad puede tratarse de un cliché, pues su jefe, Hugo Prestel Méndez, es incluso más joven que él. «Él es alguien que viene de una familia de libreros, pero desde abajo. Su bisabuela empezó vendiendo libros en una manta en plena calle», recuerda.
Los últimos días de frío y nieve en Madrid han provocado que muchas casetas adelantasen su hora de cierre o incluso no llegasen a abrir. Pero la caseta 17 permanece abierta. «Me dedico por azar a este mundo», cuenta Carlos. Su relación con la Cuesta de Moyano se divide en dos etapas. Vivió su primera etapa desde el 2000 hasta el 2003, año a partir del que este licenciado en Ciencias Políticas estuvo trabajando durante casi diez años en una productora de cine y televisión. Cuando este sector comenzó a ser golpeado por la crisis Carlos volvió al mundo del libro. Hace apenas seis meses su amigo Hugo volvió a hacerle un hueco en su caseta.
Libros para todos
Desde su experiencia trata de explicar lo que ofrece este lugar: «Nosotros vivimos del amante del libro. De quien lo venera como objeto y tiene vocación de coleccionarlo». Pero al mismo tiempo reconoce que tanto en su puesto como en el resto de casetas «tienen de todo». Y es que el enclave en el que se localiza la feria es uno de los más turísticos de Madrid. Su cercanía al parque del Retiro y a la estación de Atocha facilita el tránsito de turistas y familias. Carlos reivindica que a ese público hay que poder ofrecerle algo. «Soy nostálgico de lo tradicional, pero no hay que cerrarse. La feria tiene que aprender a destacar su variedad. Me gustaría que fuese un lugar para todos los públicos».
Carlos confirma que hay un público que va todos los días por las casetas. Son los profesionales del mundo del libro, que en muchos casos hacen negocio de la compraventa de ejemplares. También van muchos libreros, acuden a la Cuesta de Moyano como quien acude a un proveedor.
Hay tres cosas que caracterizan este tramo de 200 metros por encima de cualquier otra: la existencia de obras antiguas, los libros usados a precio de saldo y las ofertas de novedades editoriales a precios económicos. En este último caso, Carlos confirma que en su caso si que intentan fijar un descuento que ronda el 40% en los libros que llevan en torno a un año en el mercado. Pero también hay espacio para verdaderos tesoros de papel. Muestra un libro editado en Madrid en 1846. Vida del General Zurbano. Su precio de 350 euros pone de manifiesto que se trata de un valor que traspasa lo meramente literario.
Desde la perspectiva que otorga haber trabajado en la feria antes y después de estos tiempos de crisis, Carlos dice percibir muchas diferencias. «Ahora el turismo sujeta mucho más nuestro nivel de ventas. Hay mucho turista sudamericano con un nivel cultural muy alto que viene buscando clásicos de la literatura que en sus países o no se encuentran o son mucho más caros». Un joven se detiene en la caseta. Su aspecto podría hacer pensar que es de algún país nórdico, pero muy pronto sus preguntas descubren a uno de esos turistas americanos a los que se refería Carlos. Es un joven chileno que pregunta primero por un libro de Alejandro Dumas. Finalmente se decide por una edición antigua de las obras completas de Leon Tolstoi. Su precio de 30 euros termina por convencerlo. «Este mismo libro podría costarme en mi país unos 100 euros. Voy a aprovechar para leerlo en el trayecto de vuelta y quizá después lo pueda vender».
La puesta en valor de un espacio único
La crisis económica ha afectado al mundo del libro muy intensamente. Y la Cuesta de Moyano no es ajena a la coyuntura. Carlos estima que entre sus dos épocas detrás de la caseta el nivel de ventas puede haberse reducido en torno a un 20%. «Ahora trabajamos más horas y vendemos menos». Pero no es solo la crisis. El sector del libro vive su propia reconversión y contempla con cierta parálisis los cambios tecnológicos. No obstante, Carlos cree «que lo digital afecta más a la prensa que al mundo del libro. No toda la literatura puede estar, ni estará, en internet. Creo que los nuevos formatos como las tabletas están más pensados para la prensa y no tanto para el libro».
La suma de todos esos factores ha provocado que la feria de la Cuesta de Moyano esté «olvidada», como la describe Carlos. Ha desaparecido toda una generación que entendía el libro como un objeto de culto y «es necesaria una modernización, una puesta en valor de este espacio. Aquí tienen casetas algunos de los mejores libreros de España, como Carmelo Blázquez o Alfonso Rui Davetz». Pero quiere aclarar que cuando reclama ayuda no solicita una ayuda económica directa de los organismos públicos, en las que dice no creer. Apunta a cosas mucho más sencillas: incluir la feria como una parte del cinturón cultural de la zona o, incluso, la señalización de las casetas como feria de libros permanentes a lo largo del Paseo del Prado. Es la reivindicación de un espacio único, en el que se estima un fondo bibliográfico de cerca de 300.000 ejemplares. Un lugar para los amantes del libro pero que busca llegar a todos.
En el otro extremo de la Cuesta, en la esquina con la calle Alfonso XII, una estatua de Pío Baroja despide el lugar. Su mirada de bronce contempla unas casetas que con cerca de 90 años a sus espaldas pelean por seguir adelante.
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Texto editado por Isabel Miranda
Ojalá nunca desaparezca la Cuesta del Moyano y el amor por el libro, por la literatura. Gracias a todos los que como Carlos trabajan por ello.