Guillermo y Carmen: un amor truncado por el cáncer
El momento de entrar en quirófano era inminente. Todo estaba listo para el trasplante de médula. Tras meses de quimioterapia, Carmen se veía demasiado delgada. Se sentía sin fuerzas. No creía que la operación fuese a salir bien. Hablaba con Guillermo por teléfono. Él intentaba animarla. La promesa de verse estaba en el aire: «Según termine la operación, hablo con tu sobrino. Que me dé los billetes de avión, me voy para allá y nos vemos donde te dejen, donde tengas que salir, y hablamos y ya… todo bien». Nunca se habían visto en persona. Se conocieron por internet. Pero a las tres semanas de empezar a hablar, ella lo tuvo claro: quería volver a luchar contra el cáncer. Tenía algo por lo que intentarlo.
Cuando se conocieron ella tenía 25 años, él 22. Era 2009. Guillermo acababa de trasladarse a Guadalajara, a casa de su hermana mayor. Llegaba desde San Juan (Alicante), tras una ruptura. Hizo las maletas y se fue a una ciudad donde no conocía a nadie. Por azar, empezó a jugar al parchís por internet y así encontró a Carmen. Se podía hablar con el oponente. «Tengo costumbre de escribir muy rápido, pero ella no», recuerda Guillermo. «La escribía en plan: ‘Hola, ¿qué tal? ¿de dónde eres? ¿qué te gusta?’. Y a ella no le daba tiempo a escribir. En el parchís tienes como 10 segundos para mover y tirar, si no las fichas se mueven solas, por eso ella perdía todas las partidas».
A los tres días de estar jugando al parchís, ella le propuso que hablaran por otro canal. Eligieron Skype. Conectaban todos los días. Pero sólo se escribían. «No queríamos hablar por voz y, de coña, un día me dijo: “Pues llámame por teléfono”. Y la llamé por teléfono». Fueron cinco minutos. Ella estuvo bastante callada. No se lo esperaba. Pero al día siguiente fue Carmen quien decidió marcar los dígitos. Y así pasaron los días durante otras dos semanas. Tenían mucho en común. Guillermo quería que se conocieran en persona, aunque ella vivía en Nerja (Málaga). La respuesta fue tajante: no. Tenía que irse de viaje un tiempo. Quizá a la vuelta pudieran verse.
Cambiar de opinión
El día en el que comenzaba su viaje, Carmen llamó a Guillermo desde el aeropuerto. Habían pasado tres semanas desde que se conocieron y pensó que era el momento de explicarle que tenía leucemia. No era un viaje de placer: se iba a Noruega a tratarse. Una decisión que había tomado repentinamente. «Me dijo que cuando yo la conocí ella simplemente estaba esperando a morirse». No quería medicarse, estaba cansada. Cinco años antes había superado un cáncer de útero. Tras meses de quimioterapia y de operaciones, se lo extirparon. «Tampoco tenía nada que le importase demasiado como para afrontar otra vez dos años de operaciones o de quimioterapia. Prefería estar dos o tres meses tranquila y luego ya…». Sin embargo, tras conocer a Guillermo, decidió tratarse.
Guillermo había encontrado a alguien con quien conectaba, con quien creía que podía tener algo. Pero se enfrentaba a un dilema. Lo consultó con algunos de sus allegados: algunos le dijeron que cortara la relación, otros que, si quería, siguiera adelante. Y decidió seguir adelante. «Ella era lo que yo espero encontrar en una persona», cuenta. Sin embargo, «es muy complicado estar hablando con una persona todos los días, estar encariñado, y saber que… no sabes si realmente mañana vas a volver a hablar con ella».
Así pasaron los siguientes meses. A Carmen llegaron a decirle desde «te queda un mes» o «de esta noche no pasas», hasta «parece que todo va bien». Aún así, ella se mostraba alegre y cariñosa. «Era un poco difícil de entender cómo lo hacía». Salvo las horas en que estaba trabajando, Guillermo se pasaba el resto del día hablando con ella.
Entretanto, Guillermo planeaba volver a Alicante. Allí era probable que viese a su exnovia.
—Es que la vas a ver…—dijo Carmen.
—Ya, bueno, pero es que yo ya no siento nada. Además, le voy a decir que tengo pareja.
—¿Cómo que le vas a decir que tienes pareja?
—Claro, tú y yo somos pareja, ¿no?
—Ah, bueno, es que no me has pedido salir.
Y le pidió salir. «Estábamos juntos pero… cada uno estaba a mil kilómetros».
Carmen pasó en Noruega cerca de tres meses. De allí viajó a Houston, a un hospital más reconocido y en el que tenía más posibilidades de recibir antes el trasplante de médula ósea que necesitaba.
Mientras, iban haciendo planes de futuro. «Supongo que los que tiene cualquier persona con su pareja, nada descabellado», dice Guillermo. Para cuando ella volviera a Málaga. Alquilarían un piso y el padre de ella podría ponerle en contacto con gente para conseguir un trabajo.
Sin embargo, Carmen era muy consciente de su situación. Intentó que él rompiera con ella. En tres ocasiones hizo cosas sin sentido con el objetivo de decepcionarle o enfadarle. «Yo igual estaba un día enfadado porque no entendía por qué estaba haciendo ciertas cosas y al día siguiente venía y pedía perdón», cuenta Guillermo. A Carmen le alegraba hablar con él, más aún cuando estaba sola en Houston. Pero también sentía que le estaba quitando algo: la posibilidad de estar con otra chica, de hacer otras cosas. «Tú a mí me vienes muy bien, pero yo a ti no te vengo bien», le dijo.
A veces Carmen le enviaba regalos. Se lo encargaba a su sobrino o sobrina, y ellos se lo hacían llegar a Guillermo. En una ocasión, ella se sorprendió de que Guillermo no hubiese probado el jamón de pata negra de Málaga, así que pidió que le cortaran un poco y se lo enviaran. También le regaló ropa, juguetes para sus sobrinas. Y un anillo de compromiso.
Convivieron con el cáncer un año y medio. El día de la operación, Guillermo se mantuvo en contacto constante con el sobrino de Carmen. Fue él quien le dio la noticia: Carmen había muerto durante la operación. Nunca se verían en persona.
El siguiente año fue muy duro. Cuatro años después, su padre cree que aún no lo ha superado del todo, pero Guillermo dice que ahora lo recuerda con cariño. Aprendió de Carmen a apreciar las cosas de otra manera: esa que sólo te da el enfrentarte a una leucemia. A ser más cariñoso. A tomarse la vida de otra manera. Hoy sigue llevando colgado al cuello el anillo que ella le regaló, grabado en su interior: «Por siempre, Carmen 1/7/2009».
Editado por Víctor Ruiz de Almirón
Vaya historia. Aunque parezca una historia triste, yo creo que es mucho más feliz que algunas historias con final feliz. Para ella parece haber sido una historia muy feliz y él, a pesar de este final, seguro que lo haría una y mil veces más. Nada suena mejor que ese momento en el que él le pidió salir.