Juguetes para adultos
Te invito a que hagas la prueba, lector/a. Te invito a que te acerques a tus padres, a tus abuelos o a tus hermanos mayores y les digas «subamos al desván». Te invito a que subas con ellos, a que pases de la puerta y te asustes al ver la cantidad de cosas que se pueden guardar pensando que algún día volverás a utilizarlas. Ahora fíjate en aquella cajita del fondo, esa con mucho polvo y todos tus apuntes de la universidad encima. Cógela. Ábrela. ¿Te acuerdas? ¿Se acuerdan ellos? Por supuesto que sí. Nadie olvida su primer juguete.
Todos, cuando éramos niños, esperábamos con ansia la llegada de la Navidad, de los Reyes Magos y Papá Noel, soñábamos con los nuevos juguetes que llenarían nuestra infancia. Algunos teníamos miedo de hacernos mayores, pensábamos que cuando creciéramos, ya no habría juguetes. Pero sí que hay. En Madrid, por ejemplo, hay algunas jugueterías que son un País de Nunca Jamás a la inversa.
«Cuando éramos pequeños, nos reuníamos en casa de algún amigo y sacábamos los juegos de mesa. Hace 20 años pensamos que esas tardes podrían convertirse en negocio», explica uno de los socios de Don Juego (Alcalá, 113), una tienda especializada en este tipo de pasatiempos tan populares. La fachada, verde, y su escaparate repleto de puzzles y rompecabezas, llama la atención de los viandantes, que se paran llenos de nostalgia al ver una baraja de las “Cartas de las Familias”. «Muchas personas vienen a por juegos antiguos, los que disfrutaban de pequeños, y se los llevan a sus hijos o nietos», explica.
De hecho, el público mayoritario de esta tienda son adultos que vuelven a la infancia al pasear la vista entre las estanterías, repletas de juegos de ajedrez, parchís, barajas de cartas, estrategia… «Nos lo pasamos bien», afirma el dueño, quien confiesa que «cuando llega un juego nuevo nos juntamos con los empleados para probarlo, no lo podemos evitar».
Pero el mayor secreto de la tienda está al final del laberíntico pasillo de repisas, en un lugar que se denomina “Sala de los Puzzles”. Las piezas son las reinas de esta juguetería. «Son nuestra especialidad, somos la tienda con más rompecabezas de España», comenta. Hasta 18.000 puzzles diferentes se pueden encontrar en su catálogo, incluido el más grande del mundo, con unas 33.600 piezas. «Menos mal que a nosotros ya nos llega montado», bromea.
Sin embargo, tras el papel de regalo siempre está el cartón. «No es el negocio del siglo, pero se trata de ganar dinero», reconoce. «La Navidad para nosotros es una fecha clave, el porcentaje de ventas es muy significativo», añade.
Las cifras varían de unas tiendas a otras, pero las compras navideñas pueden suponer hasta un 30% de la facturación anual de una tienda de juguetes. Es el caso de Macchinine (Barquillo, 7), el paraíso de los fanáticos del automóvil regentado por José Luis. «Yo coleccionaba coches, y llegó un momento en el que por circunstancias profesionales, decidí convertir mi pasión en mi profesión», dice. Así, en 2004 nació esta pequeña tienda, que cuenta ya con tres o cuatro mil coches de exposición y más de 14.000 modelos en el almacén. «Empezamos con material para coleccionistas, pero nos dimos cuenta de que los niños disfrutaban de la tienda sin tener nada que llevarse», rememora, «por eso decidimos introducir material para ellos, como coches de Hot Wheels o juguetes complementarios. Lo que funciona se queda y lo que no se va».
Entre las cosas que mejor funcionaron, se encuentran los juguetes de hojalata o los Madel Man, un ejemplo más de que las cartas a los Reyes Magos de los adultos también surten efecto. «A por las peonzas vienen hasta coleccionistas», destaca José Luis, aunque siguen estando eclipsadas por los verdaderos protagonistas: los coches. «Hay modelos para todos los bolsillos, desde dos hasta 2000 euros», explica, «pero la gente sobre todo viene a buscar los modelos que ha tenido a lo largo de su vida, como el Seat 600».
A veces, la puerta de Macchinine se abre y José Luis ya sabe quién va a entrar. «Hay clientes que llevan desde el primer día viniendo a verme», cuenta orgulloso. «A otros sé que solo vendrán en Navidad, pero para mí es igual de importante», confiesa.
José Luis no tiene un minuto de respiro. A su tienda entran coleccionistas, novias despistadas buscando un coche concreto para un regalo e incluso turistas con ganas de llevarse una peonza. Pero no le importa, porque tiene muy clara cual es su nueva meta en la vida: «Al final ya no colecciono para mí, ahora colecciono para todos ellos».
El legado para los niños
La pasión por los juguetes no desaparece con la edad. Es más, hay quienes aprovechan la independencia económica para hacerse con esos objetos con los que soñaron de niños. «Un día, entró una señora de unos 70 años en la tienda», rememora Alberto Cabanillas, socio de la tienda The Curiosity Shop (Latoneros, 1). «Se acercó a las cajas de música y cogió una, emocionada. Me dijo que era con la que había soñado desde niña, y que ahora por fin podía permitírsela. Para mí, ese momento es el más importante de los 27 años que llevamos abiertos», asegura.
Tras la puerta de este local, en las inmediaciones de la Plaza Mayor, se esconden todo tipo de objetos que trasladan a los años 50 y 60. Entre ellos, balancines, juguetes de hojalata, bolas de cristal, “mariquitas” recortables… «Empezamos coleccionando cosas en nuestros viajes, y decidimos montar la tienda para trasladar la sensación de encontrar algo mágico», señala Alberto, quien casi a diario atiende a algún padre «que busca su juguete favorito de la infancia, para transmitírselo a su hijo».
Alberto reconoce que ni siquiera él escapa de la tentación. «Cuando llega algún juguete nuevo, te sale el niño que llevas dentro, necesitas jugar», confiesa, mientras empuja distraído un balancín de madera. Quizá por ello, han ampliado su oferta a juguetes para adultos. «Y no es nada pornográfico», aclara entre risas. Se refiere a una pequeña estantería con puzzles, juegos de ingenio y peluches de personajes conocidos, como Frida Khalo o Albert Einstein. «No sé que tienen los muñecos, pero son lo que más gusta», cuenta Alberto.
Tampoco conocen el secreto en Bazar Arribas, un negocio de tres generaciones bajo los soportales de la Plaza Mayor, cuyos mostradores de roble aguantan el día a día desde su inauguración, en 1919. «Aquí tenemos todos los juguetes clásicos, pero lo que más verás son muñecas», describe una de las hermanas Arribas. En sus estanterías, de forma ordenada, se puede apreciar un catálogo de juguetes que harían las delicias de cualquier persona de 40 ó 50 años. «Sí que hemos tenido modelos nuevos, pero no nos interesan mucho», explica la señora Arribas, «la gente sigue viniendo aquí a por juguetes clásicos para sus hijos, o a por figuras de coleccionismo».
Precisamente, las reinas en Bazar Arribas son las muñecas de colección que lucen los trajes regionales. Quince euros la chica, y diez euros el chico, salvo la pareja de chulapos y sevillanos, que cuestan los dos a quince. «Es de lo que más vendemos», reconoce la señora Arribas. Las muñecas regionales son su artículo más preciado. Antes, lo eran las esbeltas sevillanas que durante los años 60 decoraban las televisiones españolas. Su fabricante, Casa Marín, anunció hace pocos meses su cierre. «La desaparición de las fábricas de toda la vida nos deja sin artículos que traíamos mucho», se apena.
Sin embargo, sí se muestra optimista con la continuidad del negocio. «Nuestros hijos seguirán aquí», afirma ella, con una seguridad aplastante. Quizá, porque llevan el Bazar en la sangre. O quizá porque, como sabe la señora Arribas, nunca se es demasiado mayor para disfrutar de un juguete.
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Emotivo artículo. Puede que sean las fechas, puede que sean los recuerdos. No lo sé a ciencia cierta; quizá sea un poco de todo. Tampoco importa. Lo que sí sé es que me ha emocionado. Gracias por hacerme recordarme que «debo» ser feliz.