El tradicional ritual que despide el año en Ecuador
El brillante colorido de las calles, la algarabía que reina en cada esquina y la música nacional, que contagia el ánimo alegre de la gente, son algunos de los ingredientes que componen el vibrante cóctel que despide la última fiesta del año en Ecuador.
El fin de año inunda las calles ecuatorianas con los llamados «años viejos», una tradición tan arraigada en el país andino que se ha transmitido de generación en generación desde 1895. Son monigotes que representan los personajes más destacados de la actualidad que se queman a medianoche del 31 de diciembre para cerrar el año. El material que lo componen ha evolucionado con el paso del tiempo; actualmente se pueden admirar obras de arte hechas a base de madera, pintura o papel, entre otros elementos. Sin embargo, los primeros se elaboraban con ropa usada, paja, periódico y caretas. Los artesanos dedican gran parte del año a construir diseños cada vez más ingeniosos para venderlos a finales de año.
Los «años viejos» además constituyen un momento de unión para familiares y amigos, que aprovechan tan señaladas fechas para volcarse también en su elaboración. Una vez finalizados los lucirán con orgullo fuera de sus casas o aprovecharán la ocasión para presentarlos en algún concurso.
Las calles se convierten en pasarelas que acogen infinidad de figuras en una amistosa pugna por convertirse en el más original del barrio. Antes se construían a escala humana aunque últimamente los ecuatorianos, sobre todo los guayaquileños, se han habituado a tamaños que sobrepasan los dos metros de altura.
Este año las figuras de El Chavo, El Chapulín o cualquier otro personaje encarnado por el magnífico cómico Roberto Gómez Bolaños son los mayores reclamos, como no podía ser de otra manera, junto a los jugadores que disputaron el encuentro final del campeonato de fútbol local. También se hacen un hueco personalidades públicas, artistas o figuras políticas, entre los que destaca alguien que no deja indiferente: el presidente Rafael Correa.
Festín gastronómico
Las familias preparan abundantes banquetes para recibir el nuevo año. Hay completa libertad para elegir el menú, aunque se decantan principalmente por platos elaborados con cerdo o pavo. Son platos que representan la unidad, la variedad y la felicidad para entrar con buen pie en el año venidero. Con vino y champán se brinda por la vida para acabar bailando al son de la música durante horas.
Llegado el momento, los muñecos se reducen a cenizas en un espectáculo único y mágico. La gente se funde en abrazos que suponen un nuevo comienzo.