Un Guernica en Bagdad
Hanoos Hanoos (Kufa, Irak, 1958) llegó a Madrid en 1981 con la obsesiva idea de construirse como pintor. Era entonces un joven moreno, de mediana estatura, de ceño obstinado y la frente sombreada por una melena rebelde que le llegaba hasta los hombros. Apenas hablaba una palabra en castellano, pero gracias a su tesón consiguió un extenso vocabulario, que hasta el día de hoy emplea con la cadencia de su voz marcada por un suave acento árabe. Tenía ya una breve experiencia en la profesión, tras haberse licenciado en Bellas Artes en Bagdad y haber ejercido de profesor durante el primer año de la guerra Irán-Irak. En la memoria le quedaba la oscura herida de una infancia humilde y huérfano de padre en la conservadora ciudad de Kufa. A las orillas del Éufrates se empapó de la rica ornamentación de las mezquitas, de las alfombras que tapizaban los suelos y de la caligrafía cúfica, de geometrías angulosas. Descubrió en la pintura un refugio que convirtió en su esencia vital.
En la capital española, el joven iraquí peleó hasta conseguir el reconocimiento en los círculos artísticos. Cuatro años después de su llegada empezó a ganar premios y conseguir becas, que le permitieron cursar el Doctorado en Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid. El conocimiento del arte occidental supuso la incorporación de nuevos temas a su creación artística, como la figura femenina, así como el nuevo tratamiento de la luz y del color, produciendo en Hanoos una síntesis entre culturas aparentemente opuestas.
En un intento por buscar conexiones culturales, eligió para su tesis doctoral la obra de Al-Wasiti: pintor iraquí del siglo XIII, en cuyos manuscritos ilustrados se muestra la figura humana. La defendió en 1991 y recibió el título de Doctor en Bellas Artes. Diez años más tarde fue publicada, precisamente en el momento de máxima tensión en las relaciones Oriente-Occidente. Justo cuando toda referencia al Profeta era considerada un ultraje y falta de respeto a las creencias de una civilización que evitaba la representación humana. Hanoos quiso demostrar, con su tesis académica, que también existieron artes figurativas en la historia del Islam.
«Desde mi punto de vista, el arte es un concepto, de manera que ante todo tiene que existir un proceso creativo e innovador. Lo más importante en la obra es el contenido intelectual, lo que significa una visión personal y poética». Este pensamiento es lo que mueve sus manos. La poesía se infiltra de varias maneras en su obra, pero no obvias, en ocasiones incluso crípticas. «Muchas veces lo que leo es lo que me dicta un título». En su última serie: «Hilos de Luz», hace referencia a un poema del mismo nombre del poeta iraquí Abdal-Wahab al-Bayati, que Hanoos conoció en Madrid a comienzos de los años 80, y a quien cita como «la influencia espiritual» sobre su trabajo artístico. Los libros le ayudan a continuar, a perseguir ciertas ideas. «Salinger o Alberti son como guías. En mi obra tengo tan presente la poesía como la pintura».
El color de la guerra
Este pintor ya ha realizado «su obra maestra»: «Bagdad». La Guerra de Irak, también llamada la Segunda Guerra del Golfo, supuso una profunda transformación personal y estética en el artista. Desde el comienzo del conflicto el 22 de marzo de 2003, cientos de miles personas murieron en Irak. Hanoos nació allí, en la misma tierra donde las cifras de víctimas bailan una melodía siniestra. Sintió la necesidad como iraquí y como pintor de reflejar el horror y las muertes que se producían, en donde se entrelazan los recuerdos personales de su infancia. El empeño no fue fácil ni breve. Para crear esta obra realizó más de 80 bocetos preparatorios. Un cuadro de tanta importancia requiere un estudio previo muy meditado. Buscó y se informó día a día de los brutales acontecimientos que llegaban de su país. La rabia y la impotencia se reflejaron en los apuntes, que de manera espontánea surgieron de sus manos. Bocetos expresivos y contundentes. Tras más de dos años surge «Bagdad», una composición de grandes dimensiones (273×672 cm). El formato hace referencia a los mosaicos del mundo árabe. El soporte es tabla recubierta de lienzo. Conceptualmente está ligado al trabajo ceramista del mundo «omeya». Es un mosaico de 60 piezas. Los dos ejes principales de la composición son el cuadrado (alusión a la Mezquita) y la ornamentación, donde el dibujo es caligrafía. Aunque sean figuras, cada una de ellas es una letra.
La obra fue comentada y difundida en diferentes medios. Despertó el interés de la Casa Árabe y del Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán. Al contemplarla enseguida resalta el paralelismo de «Bagdad» con el «Guernica» de Picasso por la temática de guerra, de destrucción sin sentido, por lo monumental de sus dimensiones, por los grises, y sobre todo por la enorme capacidad de transmitir el sufrimiento. En el plano personal, «Bagdad» supuso un salto al compromiso del artista con el mundo que le rodea, llegando a declarar: «Considero la pintura como un elemento de integración, comunicación y entendimiento entre culturas. Los pintores debemos crear obras que reflejen la sociedad, con la suficiente fuerza para poder transmitir el mensaje».
Pintor de acusada personalidad, Hanoos ha encajado perfectamente con la idiosincrasia madrileña. Abierto, de enorme simpatía, está integrado en todos los ambientes artísticos de la ciudad. Su pintura es un ejemplo de la fusión armónica de Oriente y Occidente en el plano cultural que contribuye a la construcción de un mundo sin fronteras a través de la expresión artística.
Un gran artista!!