No existen los exjugadores de rugby
Juan Brotons es un jugador de rugby de 74 años al que no le gusta hablar de sí mismo. No entiende por qué suscita tanto interés. No asume que es la viva imagen de los valores que representan su deporte: humildad, sacrificio y equipo. Pero su capitán, Rafael de Santiago, sí que lo entiende. No solo es su portavoz en lo deportivo, también lo es fuera: «Juan es un hombre de pocas palabras, tanto dentro como fuera del campo». Pocas personas pueden hablar mejor que él. Son ya 35 las temporadas que han compartido.
También son muchos los homenajes que el CD Ingenieros Industriales Rugby de Las Rozas le han hecho. A su capitán le viene a la memoria el que le hicieron cuando cumplió 60 años. «Le dije lo duro que debe ser jugar a esta edad y él me contestó que lo duro no era jugar, sino dejar de hacerlo; por eso ha seguido siempre ahí». Aunque ese no ha sido el único que le han hecho. Todos los años, al finalizar la temporada, en el club le hemos ido haciendo un pequeño obsequio por si acaso era la última. Parece que la vez pasada sí acertaron.
Un equipo, una familia
Juan no miente cuando dice que su equipo también es su familia. Una familia a la que lleva unido 57 años. Por jugar algunos partidos, se ha perdido reuniones familiares o han tenido que posponerse. «Mi madre sabe que si un cumpleaños cae en domingo, hay que celebrarlo otro día», cuenta su aliado en el campo, Héctor Brotons; que además de un compañero de equipo, es su hijo. «Mi padre siempre ha estado muy comprometido con el deporte; para él es una filosofía de vida. Además de jugar los fines de semana, va todos los días dos o tres horas al gimnasio y cuida mucho su alimentación».
Son pocas las lesiones que ha sufrido. Curiosamente, la mayoría ha sido durante su juventud. Juan Brotons siempre ha sido «duro». Su hijo cuenta que cuando se rompió la nariz en un partido, se la recolocaron pocas jugadas después; no dejó de jugar. Esto no solo lo ha demostrado dentro del campo. Es una leyenda del tercer tiempo. En este es muy común «echar un pulso» entre los distintos equipos y, durante las más de cincuenta temporadas, no ha perdido ninguno. Da igual quien estuviera delante. Joven o mayor; delantero o tres cuartos.
Hace once años, Héctor bajo de categoría hasta el C. Allí se unió a su padre y juntos son conocidos como los «hermanos Brotons». Por suerte, él tiene una «ventaja como hijo»; manda a su padre en el campo. Como buen medio melé, Héctor Brotons es el encargado de dirigir el juego y tanto Juan como el resto del equipo deben apoyarle en sus decisiones. «Gracias a Dios mi padre es un jugador muy respetuoso me equivoque o no».
Las apariencias engañan
La edad media de la convocatoria del tercer equipo senior es de 50 años. Sí, senior; no son veteranos. Compiten en la Liga Regional de Madrid contra jugadores a los que duplican, incluso a veces triplican, la edad. «No nos extraña ver cómo al finalizar los partidos, los jugadores rivales muestran su admiración», más allá de la que normalmente se ofrece en este deporte. Al finalizar el encuentro, el equipo ganador realiza un pasillo al perdedor en señal de agradecimiento mutuo por haber dado lo mejor de ellos en el campo. Este sentimiento se ve magnificado por los más novatos. Al ver a un jugador de la edad de Juan Brotons se confían, pero cuando acaba el encuentro se dan cuenta de que es un gran rival.
La incertidumbre ha venido marcada por la relación con la aseguradora. Todos los deportes necesitan un seguro médico, y más aún uno tan agresivo como el rugby. «Él no pensaba en retirarse mientras pueda jugar», añade su capitán. La edad máxima para jugar es, simbólicamente, 70 años. No habían contemplado una situación similar. Durante tres temporadas han presentando un cuestionario donde afirmaban que Juan Brotons estaba sano y, por lo tanto, podía jugar.
«Me da rabia que digan “porque no”. Si quieren poner una fecha, que la pongan; pero si no la han puesto y este año estamos en las mismas circunstancias que en las temporadas anteriores, ¿por qué no podría jugar?». Mientras en el equipo intentan buscar una respuesta, la mutua no la da y la temporada sigue pasando. Juan querría disfrutar de los domingos de partido con sus compañeros de equipo. Pero quizá haya llegado el momento de colgar las botas. Después de temporadas de incertidumbre y homenajes discretos al jugador más veterano de España, puede que ahora sí sea el momento de decirle «adiós»; aunque puede que nos sorprenda. Puede que podamos verle saltar al campo en Las Rozas. Quizá sea con el C de Industriales o quizá ahora sí se una a los veteranos.