Prosperidad

El mercado de Prosperidad, entre lo antiguo y lo nuevo

Uno de los pasillos del mercado Foto: AB
Uno de los pasillos del mercado Foto: AB

En la plaza de Prosperidad el comercio resurge tras la crisis. En noviembre de 2015 reabrió sus puertas el mercado del barrio tras un verano de obras. Varios meses después no todos los metros comerciales están abiertos, sin embargo, el negocio va bien.

Rafael Cortés, gerente de la asociación municipal que gestiona la lonja, habla del éxito que está teniendo la reapertura. «Todavía es pronto para saber cómo irá, pero el objetivo es ser autosuficientes y a día de hoy somos solventes», asegura. El futuro es prometedor a pesar de no tener operativos el 100% de sus puestos, de modo que cuando todos los comercios abran «mejoraremos los ingresos».

El plan de renovación comenzó a finales de 2014 y todo ocurrió muy deprisa, recuerda Rafael Cortés. «Era necesario hacerlo porque la última reforma tenía más de 20 años y el edificio no reunía las condiciones que necesitaba», explica. Entonces el mercado contaba con más espacio comercial, pasillos más estrechos, menos luz y unos accesos deficientes desde la calle. Necesitaban remodelarlo y gracias a la cadena de supermercados Ahorramás, que sufragó la mayor parte de la obra, se pudo hacer.

A pesar de ser competencia no hay conflicto entre el supermercado y los puestos de los tenderos. «Lo vemos como un compañero de viaje, como alguien que compra un comercio muy grande», dice Rafael Cortés. Unos clientes van a un sitio y otros a otro, «la competencia está por todos lados, si hay más comercios hay más gente comprando, es algo positivo». Ahorramás ocupa la planta alta del edificio con el bullicio propio de un supermercado, mientras, abajo se escucha un murmullo calmado, característico de la atención personal de los tenderos de toda la vida. Dos mundos en un mismo lugar.

El mercado destaca por su concepto, alejado de otras remodelaciones donde la tendencia es abrir nuevos bares gourmet. «Aquí mezclamos el mercado tradicional con la hostelería», dice Rafael Cortés, aun así hay más metros para los comercios de toda la vida, porque se prima lo tradicional; pero «en torno a lo nuevo se forma un eje». Las zonas de hostelería están una frente a otra y entre ellas los puestos: una parte dedicada a alimentos dulces y otra salados, en una hay una churrería y en la otra un bar. «La idea es que si uno vende churros, el otro venda crepes, y enfrente uno venda tacos y otro tapas madrileñas. Así la compra es algo lúdico para el cliente» afirma Rafael Cortés.

Juan Herrera junto a su charcutería Foto: AB
Juan Herrera en la charcutería Gourmet Foto: AB

A pesar de faltarle todavía un tiempo para estar abierto al 100%, el mercado tiene otro aire. Juan Herrera, que atiende la charcutería Gourmet, apunta que antes solo venía gente que les conocía «de toda la vida», ahora tienen más clientes, «incluso jóvenes». Ricardo Caballero, de la tienda de Legumbres y Variantes también es optimista con el futuro del mercado. «El cambio que ha dado esto es como el día y la noche», tienen mejor iluminación y accesos para todos, explica. Ya pueden bajar personas en sillas de ruedas y familias con sus bebés en el carrito.

Una niña corretea por los pasillos después de que su madre la baje del carro, mientras, Rafael Cortés pasea atendiendo a tenderos y unos empresarios ultiman la licencia para su negocio. La barra de bar ya ofrece cervezas frías a los clientes, y la chocolatería San Ginés, que ya abrió arriba con puerta a la calle hace un tiempo, ha estrenado su espacio abajo para vender churros con chocolates a los más madrugadores los fines de semana.

Aunque en el mercado se respire optimismo, saben que el resto de comercios necesitan abrir. Solo queda un espacio por vender, no se inauguró con los demás al mismo tiempo porque tendrían que haber esperado demasiado, asegura Rafael Cortés. Los tenderos están contentos, pero tienen ganas de que todos abran ya, «vendrán más clientes cuando esté todo abierto», afirma Juan Herrera. Solo es cuestión de tiempo.

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