Del Real Madrid al mostrador de frutas
«¿Feliz? Bueno, feliz no, pero así puedo ganarme la vida. Tengo 32 años acá y conozco gente muy buena», así califica su trabajo Fabián Herrero Orozco. La frutería dónde trabaja, Frutas Santi, pertenece a su hermano, siete años mayor que él y quien le dio trabajo a los 16 años cuando decidió abandonar el colegio por malas calificaciones. «En primero de B.U.P (Bachillerato Unificado Polivatente) me quedaron cinco o seis y ya vi que no tenía porvenir», sonríe al recordar su encuentro con las frutas. Herrero es de tez blanca pero curtida por el tiempo y cabellos negro invadido por canas. Lleva 32 años de sus 48 trabajando detrás de un mostrador de frutas, vegetales y verduras. Nació en Ávila pero desde su primer año se empotró en Canillejas. Él no quería ser frutero sino futbolista pero una lesión en la rodilla lo alejó del Real Madrid.
Detrás del mostrador parece un señor muy alto, como en un trono. Cuando se baja de allí, queda la figura menuda de un poco más de un metro sesenta, de contextura delgada protegida por un delantal. Lleva una cartera con la fotografía de una mujer con una niña y al lado no está el DNI sino un carnet del año 1978 con la fotografía de un jovencito que reza «Real Madrid Club de Fútbol».
—Siempre lo llevo. Para que veas que no lo digo por decir.
Herrero -con 14 años- estaba en Real Madrid Castilla Infantil, o por lo menos eso pone en el carnet, él dice que era de juveniles. Rotaba de posición en el campo pero prefería la de defensa. Mientras él entrenaba en la cantera, el Real Madrid sufría con la muerte de Santiago Bernabéu a la vez que Juanito y Vicente del Bosque destacaban en la plantilla del equipo principal que era entrenado por el técnico yugoslavo Luis Molowny. Sí, ganó la liga española en esa temporada.
El paso de Herrero por el Real Madrid fue efímero pero lo lleva muy bien guardado. ¿Por qué lo dejó? Sufrió una lesión en la rodilla que se combinó con la falta de dinero en su casa.
—Me gustaba ser futbolista y valía ¿eh?
Cambió las zapatillas con tacos por el delantal y el campo de fútbol por las frutas. No se arrepiente. El fútbol lo dejó para los equipos del barrio y juegos entre amigos.
«Todavía no somos chinos»
Herrero confiesa que desayuna con algunos de los productos que ofrece al público. Está junto con sus compañeros en la tienda desde las 6:30 de la mañana organizando el mostrador hasta que abre al público a las nueve. El local está en el mercado más viejo de Canillejas, quizás también el más desolado. Sólo abren dos tiendas, la frutería y una charcutería. El resto de los locales están con los cierres echados; el polvo en las rendijas indica que desde hace mucho tiempo están así. «Los demás se han ido jubilando y por la crisis no los han podido alquilar», explica el frutero.
Frutas Santi suele cerrar el primer turno a las 14:30 de la tarde, luego vuelve a abrir a las cinco de la tarde hasta las 20:30 de la noche. Los viernes y los sábados suelen ser los días en los que reciben más clientes. Los sábados sólo ofrecen sus frutas a medio día y descansan los domingos. «¿Que si pensamos abrir los domingos? No, nosotros descansamos. Vamos, que todavía no somos chinos», dice con una sonrisa burlona. Sus compañeros ríen a lo lejos.
La rutina de Herrero cambia en verano cuando debe suplir a su hermano, quien se va de vacaciones. Se levanta a las 4:30 de la mañana para abastecer a la tienda de mercancía en Mercamadrid, un polígono alimenticio conocido a nivel internacional.
Herrero reconoce que a partir de la crisis económica Mercamadrid tiene problemas. «Está muy mal. Hay mucha delincuencia. Mientras tu vas a comprar algo a un puesto dejas tu fila de compras en otro, cuando regresas te la han robado. Una fila de compra son varias cajas de naranjas. Hace falta mucha más seguridad», reclama Herrero, quien apunta que el procedimiento de compra siempre ha sido de esa forma y que no había problema.
Mercamadrid, sólo en el Mercado Central de Frutas y Hortalizas, ocupa sesenta y cinco mil metros cuadrados. Seis naves componen el polígono y en cada uno de ellas hay 57 puestos. Hay en total 342 tiendas distribuidoras. Sólo hay 68 cámaras en el circuito cerrado de seguridad.
En tiempos de crisis los robos afectan mucho más a las cuentas de una tienda. Herrero se queja también de la competencia desequilibrada. «Hay gente que roba en Mercamadrid y luego venden esas frutas en la calle más barata que nosotros que también debemos pagar impuestos», reclama el vendedor casado desde hace 22 años y padre de dos hijos, una joven des 21 y un adolescente de 17 años.
Frutas Santi sobrevuela la crisis económica porque distribuye mercancía a otros locales. «La crisis se nota, esta es más fuerte que las pasadas, con diferencia. Nos mantenemos con los repartos a bares y restaurante. Somos nosotros cuatro y el jefe, un camión y una furgoneta sin eso no nos mantendríamos», dice Herrero.
A pesar de la crisis no pierde la sonrisa y aunque no sea futbolista seguirá siendo hincha del Real Madrid.