Los nuevos inquilinos del barrio de Malasaña
La verja de la que fuera la antigua sede de Comisiones Obreras en la Plaza de Cristino Martos está echada. Las persianas visten la desnudez del cristal con un ropaje de seda pálida sobre las ventanas y le niegan al sol la entrada al interior del edificio. En la fachada se adivinan las grietas de un pasado de lucha sindical extenuante. El hollín tras la verja revela el precio del humo. Desde fuera nada invita a pensar que este edificio de siete plantas esté habitado. El rastro de herrumbre en la cubierta del candado tampoco ayuda. Dos banderas, sin embargo, se imponen y coronan la puerta de entrada desmintiendo la sospecha de vacío. Una es la de España y la otra pertenece a los nuevos inquilinos que desde el pasado 3 de noviembre okupan el edificio. Hablamos de Hogar Social Madrid, el grupo neonazi que ayuda con alimentos y cobijo a personas solamente de nacionalidad española que viven en la calle.
Son las 11.15, la puerta sigue cerrada y la entrevista con la líder del movimiento, Melisa Domínguez, estaba programada a las 11. El tiempo se ralentiza y los nervios envilecen las pulsaciones mientras aguardas con impaciencia el encuentro con una líder radical. Minutos más tarde desde el interior un joven con barba de hípster abre la puerta y me cede el paso al tiempo que me escolta hasta una sala informal de la planta cuatro. Allí, Melisa me invita a sentarme en uno de los tres sofás que completan junto a una televisión el ajuar de la sala. Su trato cortés y afable contrasta con la concepción que de ella se tiene. Se aventura en una letanía intencionalmente buscada para responder a las primeras preguntas. Sondea estas cuestiones con un discurso que parece que no tenga grietas, impermeable.
Llevan 9 okupaciones desde su gestación como movimiento social organizado en el año 2014. Empezaron su aventura okupa apropiándose de un edificio en el barrio de Tetúan «utilizado para blanquear dinero», en palabras de Domínguez. Pasaron por la antigua sede de RTVE, el antiguo Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, entre otros inmuebles. Especial recuerdo guarda de su estancia en el palacete del Ministerio de Defensa, que pertenecía a Millán-Astray, fundador de la Legión. Allí la hija de Millán-Astray dio una conferencia sobre su padre y se adhirió a la causa.
La cabecilla de Hogar Social Madrid asegura que con la invasión de estos edificios públicos lo que pretenden es «señalar el despilfarro de dinero del Estado» y pone como ejemplo el caso del Ministerio de Exteriores, con sede de carácter privado: «Los españoles pagamos de alquiler ocho millones de euros por estar allí, cuando tenemos de titularidad pública edificios vacíos».
– ¿Las okupaciones tienen una explicación política?
– Todas tienen una reivindicación social. En este caso, nos parecía simbólico okupar un edificio de CCOO, porque es un secreto a voces que este sindicato dejó hace mucho tiempo de defender los derechos de los trabajadores.
En Hogar Social Madrid no se deja nada para la imaginación, todo está milimétricamente estudiado. Desde la entrada de alimentos a la ubicación de los edificios que okupan. Más aún con la sombra de Pedro Sánchez asomándose por la puerta y achicando el margen de maniobra. Desde que éste entró en La Moncloa llevan 3 desalojos. Opina de él que es un «ventrílocuo al que le mueven y le dicen lo que tiene que hacer».
Domínguez, a quien no le gusta la etiqueta de neonazi, reconoce que en sus filas militan simpatizantes de esa ideología para, después, excusarse diciendo que «nosotros no pedimos el carné político a todas las personas que quieran colaborar». Así, «también tenemos militantes que proceden del 15M o la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca)». «Si algo nos pueden decir es que somos extremadamente patriotas», concluye.
Melisa Domínguez es una madre soltera que advierte en el aborto «una excusa para fomentar la mediocridad y la falta de superación por parte de la mujer». Está cursando la carrera de Antropología Social y Cultural por la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) y no lleva seguridad a pesar de las amenazas que recibe por parte de grupos de izquierda. Recuerda el día en que un señor «robusto y de extrema izquierda» le esperó a la puerta de su casa con una navaja en la mano. Pudo huir. Pero el juicio lo perdió porque la defensa del acusado corría a cargo de Erlantz Ibarrondo, famoso por su destreza profesional en casos de etarras. «Le dio la vuelta al caso de tal modo que parecía yo la culpable», declara una resignada Melisa.
«Hembrismo loco»
Se enciende un cigarro para hablar de feminismo, como quien suelta un suspiro ante una pregunta incómoda. Dice que lo que se está cociendo en las calles es «un hembrismo loco». De la actual Ley de la Violencia de Género habla en los siguientes términos: «Es una herramienta para coaccionar y hacer daño en la que las mayores perjudicadas son las auténticas mujeres maltratadas. Además es inconstitucional eliminar la presunción de inocencia en un Estado de derecho». Tampoco la convence el discurso feminista de la brecha salarial y el techo de cristal, conceptos que le son vacíos e inexistentes.
De sus nuevos vecinos en Malasaña no habla mal. No ocurre lo mismo a la inversa. Laura, nombre ficticio de una señora que reside en la Plaza Cristino Martos, asegura que «ha aumentado la violencia desde que ellos se instalaron en el edificio».
Para la jefa de Hogar Social «no es justo que existan asociaciones que sólo atiendan a inmigrantes», cosa que contrasta con el hecho de dirigir una organización social que también discrimina por nacionalidad. «Con la inmigración se devalúa el trabajo y se colapsan los servicios del Estado del Bienestar, que dan prioridad al inmigrante», manifiesta. Prédica que coincide con el discurso que profesa VOX. Partido del que se distancia porque «pertenece a esa derecha sociológica que en España es residual». En palabras de Melisa Domínguez, «VOX nunca aspirará a ser una fuerza de mayorías».
Se muestra reticente sobre el revuelo despertado a raíz de la entrevista con El Plural donde abría la puerta a presentarse a unas elecciones bajo la marca de Hogar Social. Se resiste a dar una fecha. «Si hay fecha no lo vamos a decir. En la política la contención de impulsos es más inteligente», explica. A su juicio capitalizarían «el descontento de las clases trabajadoras abandonadas a su suerte por las instituciones». Para ella esta organización no encajaría en unas futuras elecciones en el orden clásico de derecha o izquierda: «La derecha es liberal y nosotros somos profundamente sociales. No se nos puede considerar, por eso, extrema derecha. Tampoco nos ajustamos a la izquierda porque defendemos la bandera de España».
Melisa Domínguez no se declara abiertamente republicana pero piensa que «un modelo con un jefe de Estado elegido por todos los españoles es más justo». Razonamiento que comparte con Podemos. Los populismos siempre convergen. Del modelo actual español le gusta la bandera. «Ésta tiene que ser lo que nos una, no lo que nos separe», asevera al tiempo que se queja del reciente gesto del humorista Dani Mateo sonándose los mocos con ella: «El humor tiene unos límites. Cuando veo que se limpia los mocos con la bandera de España no veo una rojigualda, no veo vítores a la Guardia Civil, veo a personas que se levantan a las 6 de la mañana para poder dar de comer a sus hijos». No abandona el populismo en un discurso que moldea a su antojo.
Tras más de una hora de entrevista Melisa se despide con dos besos y la verja vuelve a echar el cierre.