La carne
“Que no se nos enfríe la carne, que es Nochebuena” -dice mi madre. La carne está dura este año. Al masticarla se me forma una bola enorme en la boca, me cuesta bastante engullirla, pero me la trago y sigo comiendo. Oigo masticar a mi hermana, a mi padre y a mi madre. La habitación suena a bocas, a dientes y a tendones rotos.
También es navidad en el 1ºB. Oímos un golpe, luego una silla arrastrándose. Un hombre grita. Vamos hacia la ventana del salón y mi madre abre las cortinas. El vecino está desnudo, blanco y da vueltas alrededor de una silla. Agita las manos en el aire, rozándose a veces con la soga que hay sobre la silla.
Se sienta, se levanta, se pone en cuclillas. Luego entierra la cabeza entre las manos y llora. Repite este ritual una y mil veces. Parece que no termina de decidirse, pero yo creo que lo hará. Mi padre dice que no y mi madre no dice nada. Mi hermana está contándoselo a unas amigas por la blackberry.
Observamos la escena durante más de media hora y nada, la cosa no avanza. De pronto oigo un “click” y veo un flash. Mi hermana quiere demostrar a sus amigas que no miente. Mi madre cierra las cortinas de golpe. “Que no se nos enfríe la carne, que es Nochebuena” – dice. Vamos todos hacia la mesa , nos sentamos y comemos.
La carne ya está fría. Al masticarla se me forma una bola enorme en la boca, me cuesta bastante engullirla, pero me la trago y sigo comiendo. Oímos un golpe seco. La habitación suena a bocas, a dientes y a tendones rotos.
Foto: Miguel Vidal