Escoger sin ver. Votar sin mirar.
El próximo domingo, el día de las elecciones generales, José Antonio abrirá los ojos al despertarse, como el resto de los 37 millones de votantes llamados a las urnas. Sin embargo, José Antonio no verá nada. Tampoco lo hará María Eugenia. Ambos son ciegos.
Decía Saint-Exupéry que «lo esencial es invisible a los ojos». Quizá entonces el voto de las personas invidentes tenga una intención más pura. Libres del pasmo ante todo el aparato artificioso del marketing político y la orgiástica dictadura de la imagen, impuesta por los asesores graduados en universidades pijas, que se visten para un permanente «casual friday»; el ciego, no viendo, ve lo que otros no ven.
Trabaja José Antonio —gafas de sol, barba y algo calvo— a escasos metros de la sede del PP en Génova, guarecido en una cabina de la ONCE. Piensa votar. No ha querido pedir el kit que le proporciona la Administración Pública para ejercer su derecho. A los que lo solicitan con antelación —el plazo finalizó el pasado 21 de octubre—, se les entrega una especie de carpeta grande de cartón que contiene todo lo necesario para votar.
Para el Congreso, un sobre grande lleno de sobres más pequeños, una suerte de muñeca rusa llena de políticos. Hay uno por cada una de las candidaturas de la circunscripción, con el nombre del partido en braille, y contienen la papeleta correspondiente impresa en tinta. El elector solo tiene que introducirla en el sobre blanco del Congreso. Para el Senado, en cambio, el sistema es diferente. Se proporciona una plantilla troquelada, con las candidaturas en braille, que se sitúa encima de la papeleta, marcando aquellas opciones que se hayan escogido.
José Antonio prefiere que sea su mujer la que le asista en las elecciones. Es a ella a quien le encarga que le prepare su voto. «Es más cómodo. Además, no soy ciego de nacimiento. Por lo que el braille todavía no lo domino del todo». En abril, solo se registraron 895 solicitudes del voto accesible, según informó Miguel Ángel Oliver, secretario de estado de Comunicación, en una rueda de prensa recogida por Europa Press.
María Eugenia, por su parte, recurre a su madre. También vende cupones, desde hace trece años y medio, en una caseta cerca de la plaza de Manuel Becerra. Tampoco sabe braille. Ella padece de retinosis pigmentaria, una enfermedad crónica y degenerativa de origen genético. Lleva unas gafas con unos cristales amarillos que retrasan el avance de su dolencia, al impedir que la luz le llegue directamente a la retina. Contar con la asistencia de una persona de confianza es más sencillo, pero no todos pueden disponer de esa ayuda, amén de que se puede poner en peligro el derecho al sufragio secreto.
Ambos son conscientes de que, desde las últimas elecciones, las personas con discapacidad visual o auditiva pueden ser miembros de una mesa electoral. De hecho, José Antonio fue requerido para ello en abril. Sin embargo, renunció a ello. “Todo lo que suponga hacer cosas con los demás me parece bien”. Empero, tiene sus dudas, sobre todo ante el recuento. Es cierto que puede ser asistido por el resto de miembros de la mesa, pero en, ese caso, cree que no cumpliría bien con la función encomendada. Por su parte, María Eugenia no ha sido nunca escogida, pero conoce a una compañera que sí. Renunció también. La Instrucción 6/2011 de la Junta Electoral Central recoge en su artículo segundo, como causa justificada de excusa para ser miembro de mesa, encontrarse en situación de discapacidad.
El asunto de la participación de las personas de esta condición en las mesas electorales viene de lejos. En el año 2008, la Junta Electoral de Sueca (Valencia) rechazó la petición de Ricardo Abad, que había sido designado presidente, de ser asistido por una persona de confianza para el desempeño de este cargo. El Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad denunció lo que consideraba una vulneración de los derechos fundamentales de Ricardo y solicitó la revocación de la disposición que impedía a los ciegos estar en la mesa.
En Canarias, en las elecciones del pasado abril, Antonio Acosta fue nombrado presidente de mesa. «Es un momento especial, un momento interesante. Una experiencia para la vida de cualquier persona» declaró a Antena 3. Contó con la ayuda de varios guías durante toda la jornada, que se desarrolló con normalidad, e incluso algunos votantes ni se dieron cuenta de su condición. También en Tenerife, José Antonio López Mármol fue designado vocal. La Junta Electoral de la zona, en colaboración con la ONCE, organización de la que es delegado territorial, le proporcionó un ordenador con lector de pantalla y el sistema JAWS, un sintetizador de voz.
En opinión de María Eugenia, contar con las herramientas adecuadas es fundamental. “Mi máquina me habla” dice señalando al lector de cupones del que dispone. Pero no siempre resulta tan sencillo. Relata, por ejemplo, que su enfermedad tiene una variante, conocida como el síndrome de Usher, que provoca sordera, además de la pérdida de la vista. Aquí no serviría el sintetizador de voz.
Con todo, cree que es importante que las personas invidentes puedan realizar las mismas tareas que el resto. Aunque cree que no va a ser fácil la integración total. Máxime, escuchando cómo fue el debate, que le «aburrió», cansada de la situación de bloqueo, y cree que «deben ponerse de acuerdo».
Ni José Antonio, ni María Eugenia podrán ver este artículo. En esta época en la que se suceden las quejas por tener que ir otra vez quince minutos al colegio electoral o ser miembro de mesa, sorprende descubrir personas cuya condición sí que les obliga a un ingente esfuerzo real para ejercer su derecho, pero no se les escucha tanto quejarse.
Según un informe publicado en 2012 por la Fundación Retinaplus+ y Ernst&Young, en España hay casi un millón de personas con discapacidad visual. De ellas 58.300 son ciegos totales. Muchas son las cabinas de la ONCE por la calle, aunque no siempre reparamos en ellas. Porque, sí, ellos son los ciegos. Pero, a veces, somos nosotros los que no vemos.
Ojala entendamos que votar por el PP no es apoyar a Vox de igual forma que votar por PSOE no es igual a votar por Podemos