La comida no se tira: las plataformas que combaten el desperdicio alimentario en Madrid
Aunque hoy no parezca prioritario, el desperdicio alimentario sigue siendo uno de los mayores problemas mundiales a solucionar. En todo el planeta se tiran al año 1.300 millones de kilos de comida. O lo que es lo mismo, un tercio de la producción mundial. En estos números, no solo preocupa la falta de sensibilidad con los países del tercer mundo y su necesidad urgente de alimentos. También afecta si hablamos de contaminación, algo que perjudica de manera directa a los países más desarrollados. Según los últimos datos ofrecidos por la ONU, el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero se producen por este problema.
España se sitúa en la séptima posición dentro de los países de la Unión Europea que más comida tira con ocho millones de toneladas al año. Y entre los principales responsables encontramos a la Comunidad de Madrid. La tercera región que más lo hace. Por este motivo, en los últimos años diversas iniciativas y empresas se han instalado en nuestro país y, sobre todo en la capital, para tratar de paliar este problema con nuevas ideas. Desde aplicaciones que buscan dar salida a los excedentes de supermercados y restaurantes, hasta plataformas web de donación de alimentos entre vecinos.
Komefy es una «app» que pone a disposición de los establecimientos alimentarios la posibilidad de vender al 50% los productos o platos que estén en riesgo de ser tirados a la basura. «Los comercios han comprendido rápidamente que esta es una opción que a ellos les beneficia, porque reducen la pérdida que ellos pueden llegar a tener por esta merma que tienen al final del día», explica el CRO de la empresa, César Moruno. Esta plataforma que hasta ahora solo opera en Madrid y que ya cuenta con más de 45.000 usuarios fue fundada a finales de 2018 por Carlos Martín y Eliseo Haro, dos empresarios con negocios en América Latina y en países de Europa del Este, que tomaron conciencia al ver «el nivel de vida que tienen en esos sitios, donde tanta falta hace estos alimentos que se desperdician». «Komefy nace como ese elemento que intente evitar o reducir la medida de lo posible ese derroche. Aparte de ser uno de los objetivos que marca la ONU en su plan de desarrollo sostenible», relata César a Madrilánea.
Komefy funciona de manera sencilla. El usuario tiene a su disposición un listado con los platos y alimentos que los establecimientos ofrecen ordenados por la cercanía que el cliente tiene con los comercios. Una vez seleccionado el producto, se paga en la misma «app» y se recoge en el local. «Los usuarios no solo se descargan la ‘app’ porque pueden comer al 50%. Tienen además el plus de comprar cosas en sitios donde a lo mejor no iban a comprar ese día y a la vez están ayudando a reducir este desperdicio», asegura el CRO de Komefy. Ahora mismo trabajan con marcas tan conocidas como Mamá Framboise o los restaurantes del grupo Larrumba. También, con supermercados y negocios pequeños como fruterías.
Con la misma motivación llegó a España en septiembre de 2018, la aplicación Too Good To Go. «La idea surge en 2016, en Copenhague. Eran cinco amigos que estaban en un evento y al finalizar vieron que toda la comida que sobraba en el buffet la estaban tirando. Ante esta situación ellos empezaron a pensar qué podían hacer para evitar que situaciones tan cotidianas como esta tuvieran otra final» relata Carlos García, responsable de Comunicación de la empresa en España.
La firma se instaló en nuestro país «dado el amplio mercado gastronómico que tiene y su correspondiente desperdicio». «Estamos presentes en 20 provincias y tenemos más de 2.200 establecimientos colaborando con la plataforma. Ya casi llegamos al millón de usuarios en la aplicación y hemos conseguido salvar más de 450.000 ‘packs’ de comida en los establecimientos», cuenta Carlos. Los «packs» son las bolsas de comida que los negocios que trabajan con ellos ponen a disposición del usuario. Al contrario que Komefy y aunque el funcionamiento es el mismo, en To Good To Go, el comprador no sabe cuál es el producto que va a «salvar». Aún así, la acogida de la plataforma ha sido un éxito y ya trabajan con negocios «desde los más pequeños a los grandes establecimientos», entre los que se encuentran supermercados como Carrefour o Alcampo.
Precisamente sobre los supermercados, es donde más polémica ha habido siempre con el desperdicio de alimentos. «Francia tiene una ley que obliga a los supermercados a no tirar comida y tienen que buscar soluciones para no tirarla. En España todavía no tenemos eso. Faltan todavía leyes que faciliten aún más este tema. Y que den más facilidades a los supermercados en cuanto a la donación de los productos…», asevera García.
Hacia lo sostenible
Educar en sostenibilidad es el otro gran objetivo de Too Good To Go. «Nosotros estamos intentando que cada vez más gente sepa la realidad del desperdicio de alimentos y su impacto sobre el medio ambiente. Todavía nos queda mucho camino por recorrer», afirma el comunicador de la empresa. Además garantiza que será el usuario el que tenga que seguir desplazándose a recoger el producto. «Nosotros queremos apostar porque el usuario siga acudiendo al lugar a recoger la comida. Si apostáramos por servicios de envío de domicilio, estaríamos usando medios de transporte que contaminan. Y nosotros creemos que todo lo que hacemos tiene que girar en torno a la sostenibilidad».
Algunos años antes, en 2016, nació en Madrid Yo No Desperdicio. Una plataforma perteneciente a la ONG Prosalus, que permite compartir en su web y en su «app» alimentos de particulares que no vayan a consumirse. Aquí la diferencia está en que los excedentes lo ofrecen las personas sin ninguna remuneración a cambio. Funciona de manera vecinal.
A pesar de la gratuidad de los productos, la plataforma «no está funcionando tan bien como queríamos» explica Laura Martos, técnica de sensibilización de esta iniciativa. El problema, piensa Laura, está justo en que en su sistema no hay ningún tipo de lucro. «Esto es para gente muy concienciada», señala.
Desde su matriz, Prosalus, que está financiada por el programa Territorios Solidarios de BBVA, buscan sensibilizar a la población sobre las causas del desperdicio. Martos asegura que «en realidad la gente no está concienciada», pero empiezan a estarlo cada vez más. «Son cuestiones que tienen que estar abordadas desde la política. Si no le interesan a la ciudadanía no les va a llegar esa información». Además apunta a que hay un desconocimiento sobre que desperdiciar es contaminante. «En un estudio que realizó la Universidad Pontificia Comillas, el resultado obtenido dio que el perfil de desperdiciador en Madrid era de hombre de entre 35 y 40 años, con estudios universitarios, de clase media-alta y concienciado con el medio ambiente. Personas que reciclaban, se informaban sobre el problema del clima, intentaba no usar plástico… Sin embargo su modo de vida les hacia desperdiciar alimentos», aclara Laura.
Solidaridad vecinal
Pero también existen plataformas que nacieron con el objetivo de ofrecer una ayuda directa a sus vecinos más necesitados. Es el caso de la RRAR (Red de Recuperación de Alimentos de Rivas) una iniciativa nacida en 2008 en la localidad madrileña de Rivas-Vaciamadrid. Esta entidad sin ánimo de lucro se dedica desde entonces a recoger alimentos para luego entregarlos a las familias más necesitadas. «Empezamos en la crisis. Nos llegaron oídas de que había niños en los colegios que no tenían para desayunar o que a lo mejor no habían comido por la noche. Hoy damos de comer a más de 140 familias», relata su portavoz, Joaquín Alvarado.
Ahora, el 75% de los alimentos que recuperan se los dona el Banco de Alimentos de Madrid. Del otro 25% restante se encargan empresas particulares y una red de colaboradores que recogen los excedentes a los vecinos, la mayoría de ellos personas jubiladas. En cuanto a las familias que pueden optar a recibir los lotes de comida, se tienen en cuenta el número de miembros y la necesidad.
Alvarado cuenta orgulloso el vuelco que los vecinos de Rivas han tenido con la Red de Recuperación. «Organizamos dos ‘operaciones kilo’ al año. En cada una de ellas el año pasado recogimos más de 6 toneladas de alimentos». También en los conciertos y partidos de fútbol que organizan con los mismos fines. Y aunque dicen no tener en cuenta «los motivos medioambientales para hacerlo» sí que ayudan a la siempre importante «sostenibilidad» vecinal.