Uber Eats, Deliveroo y Glovo: el otro lado del reparto a domicilio
A las puertas de varios restaurantes de comida rápida en el barrio de Moncloa decenas de repartidores esperan a que entren nuevos pedidos en sus teléfonos móviles. Esta imagen se repite por todas las ciudades. En Madrid, el tráfico de los conocidos como «riders» es constante. Van y vienen de un sitio a otro para recoger y entregar los pedidos. Son fáciles de reconocer porque siempre cargan con las mochilas de reparto que llevan el logotipo de la empresa. Utilizan la bici, la moto e incluso llegan a ir andando para repartir sus pedidos.
La mayoría de ellos son jóvenes que en muchas ocasiones no superan la treintena de edad y que necesitan sacarse un dinero. También es muy común, que muchos de estos «riders» sean inmigrantes que acaban de llegar a España y que aún no tienen regularizada su situación.
Es el caso de Richi, un colombiano de 30 años que apenas lleva cinco meses en España. Comenzó como repartidor en Uber Eats hace dos meses y medio. Cuenta a Madrilánea que hay dos maneras de trabajar para estas plataformas. «Si tienes una situación legal en España puedes abrirte una cuenta y comenzar a trabajar, pero si acabas de llegar tu única opción para subsistir es alquilarle la cuenta a otra persona». Este colombiano ha tenido que optar por la segunda opción y pertenece a lo que llaman como «flota o flotilla». «Hay una persona que se da de alta, entonces nosotros le damos el 21 % de IVA para que pague y también un aporte para la Seguridad Social». Reconoce que el trabajo en Uber «es duro, pero tengo que salir adelante y, tristemente, no puedo volver a mi país. La situación es muy compleja». El joven explica que ha dormido en albergues y suele comer y cenar allí. «Siempre están muy llenos e incluso me han llegado a robar allí. Es gracioso, pero se llevaron la ropa sucia», cuenta mientras se ríe irónicamente.
Esta práctica que relata Richi es muy común en el sector «Delivery». Jonathan tiene 32 años y se fue de Colombia hace cuatro meses y medio. Comenzó trabajando para Glovo. De hecho, aún lleva la mochila de esta empresa, ya que reconoce que «es más cómoda». Sin embargo, no tardó en pasarse a Uber Eats, ya que pagan algo más. En este momento, la empresa barcelonesa Glovo paga como mínimo 2,50 euros, mientras que Uber paga 2,80 euros a sus repartidores. Aunque el precio depende de los kilómetros que recorran. Jonathan explica que «consigues a una persona que tenga papeles o sea de aquí y quiera alquilar la cuenta. Normalmente la adquieres al 25 % o 30 %. Yo negocié el primer mes y la conseguí por una cuota, es decir, pago cantidad de dinero y al siguiente mes el 30 %». Pero para hacer este tipo de tratos, Jonathan recomienda que haya un mínimo de confianza entre las dos partes. «Hay muchos casos de gente que no te paga, por ejemplo, a mí me ha pasado. Tuve una cuenta en Uber donde la persona se marchó con el dinero. Si la conoces de antes evitas los problemas».
Will coincide con sus compañeros. Este joven de 22 años se fue de Venezuela hace tres meses y medio. Y ahora, trabaja para Uber mientras espera que su petición de asilo político se solucione y pueda regularizar su situación en España. Por el momento es la única solución que ha encontrado para conseguir un dinero. «Sin papeles no puedes conseguir trabajo, y la primera opción para el inmigrante para sobrevivir son estos sitios. Ahora mismo tengo la carta blanca y pude abrir mi propia cuenta, pero mis papeles aún están en trámite. Si te va muy bien puedes llegar a ganar 1.100, pero si no, 500 al mes, y a veces sobrevives por las propinas de la gente. Y a eso se le descuenta lo que tenemos que pagar», explica.
Las empresas tampoco se hacen cargo de pagar los 60 euros que cuestan las mochilas donde llevan los pedidos. «La puedes pagar de una vez o te lo pueden diferir en cinco cuotas semanales». Cuando se le pregunta a Richi sobre si hay un peso máximo que pueden recoger, responde que «hay pedidos que pesan bastante, pero todo lo que quepa en la maleta lo tienes que llevar. A ti no te importa el peso, te importa llevar el pedido y terminar por obtener dinero y seguir con el siguiente».
Un modelo laboral cuestionado
Desde que las plataformas digitales de reparto y comida comenzaran a operar en territorio español han estado en el punto de mira de sindicatos, plataformas y de la propia Seguridad Social, que comenzó a incrementar las inspecciones a estas empresas. Tanto Uber Eats, como Glovo y Deliveroo tienen a la mayoría de sus trabajadores como autónomos, sin embargo, son muchas las voces críticas que opinan que son falsos autónomos. El último varapalo se lo llevó Deliveroo hace poco menos de un mes en un macrojuicio que afectaba a 532 trabajadores. El Tribunal Superior de Madrid falló a favor de los «riders», reconociendo de esta manera la figura del falso autónomo.
Glovo, también se llevó un revés cuando este mismo tribunal consideró que los repartidores son asalariados, aunque esta empresa, que tiene sentencias a favor y en contra, ha perdido en los tribunales superiores. Y parece que se está empezando a asentar la doctrina de que no son autónomos. A pesar de ello, es predecible que la guerra judicial continuará.
Richi declara que «Uber antes pagaba mucho mejor por lo que me han contado, ahora es muy duro porque te recorres cuatro o cinco kilómetros por tres euros y a eso le tienes que quitar el 21 % del IVA. A nosotros nos pagan por kilómetro. El mínimo de precio está por 2,80, y partir de tres km se le va sumando». Estas plataformas defienden la flexibilidad del trabajo, pero la realidad es otra. «Para que tú puedas ganar 800 euros tienes que trabajar 14 horas o 15 horas. Nosotros los fines de semana dormimos solo cuatro horas para poder trabajar el máximo posible y sacar un sueldo digno».
Por su parte, Jonathan comenta que los ingresos que generan dependen mucho de los días. «Algunos son buenos económicamente y otros, no tanto. Hay semanas en las que puedes hacer 200 o 300 euros como mucho, pero hay días en los que no entran muchos pedidos porque la gente no pide. Los fines de semana es cuando más se gana, pero yo trabajo en otro sitio de portero». El joven colombiano enseña la aplicación con la que trabaja para mostrar sus últimos ingresos. «La primera semana gané 150, la segunda estuvo muy floja fueron solo 102, 39 euros; la pasada fue mejor con 201, 12 euros, pero solo con un día de descanso», concluye.
Su compañero Yeison, también colombiano, lleva 16 meses en España y siete trabajando para Uber. En su caso sí que tiene una cuenta propia, pero también coincide en que antes estaba mucho mejor. «Ahora ha mermado mucho el trabajo, el mínimo está en 2,80, antes pagaban más. Además, cada vez hay más gente y te llegan menos pedidos. Trabajas cuatro horas y te tiras 13 esperando a que te llegue, y ¿qué ganas?, si tienes que pagar el IVA, el IRPF, la tasa de autónomo, al final se te queda en 700 o 600 euros», se pregunta.
«Esclavos» de un algoritmo
Las aplicaciones de las plataformas «Delivery» utilizan un algoritmo que administra los pedidos, los repartos y los asignan a sus trabajadores que dependen de que les lleguen muchos pedidos para poder sacar un sueldo que les permita subsistir. Son varios los factores de los que depende el algoritmo, por ejemplo, las horas disponibles o el sistema de puntuación por el que los clientes le ponen nota a los «riders».
Fabián,l de 27 años, también se encuentra tramitando la solicitud de asilo y lleva dos meses trabajando para Uber, ya que como comenta es su único modo de adquirir dinero. «Todo va por un algoritmo que depende de muchos factores. Si te acabas de hacer la cuenta te asignan menos pedidos, por lo que tienes que estar más horas conectado para que te den más. Si los llevas rápido te tienen más en cuenta. Hay veces que me conecto todo el día y puedo adquirir dos pedidos o a veces hasta diez o quince es muy relativo».
Por otro lado, Yeison añade que «ocurre mucho cuando el restaurante se demora demasiado y la gente se piensa que es culpa de uno y llegan incluso a rechazar el pedido. Esto es lo que hace que te puntúen peor», concluye.