La pandemia contada desde el interior de una residencia de personas con discapacidad intelectual
Alenta es una entidad que lleva 50 años dedicada al bienestar y a la autorrealización de personas con discapacidad intelectual y sus familias; también atienden otros trastornos. El complejo, que se encuentra en el kilómetro 14 de la carretera M-607, cuenta con centro ocupacional, centro de día, colegio y residencia.
En esta vivienda, conocida como «El apartamento», viven 37 personas de entre 30 y 60 años, que son protagonistas de su camino de vida. La gran mayoría de ellos vive ahí con sus amigos desde hace 20 años. Están acompañados de 17 profesionales, que forman parte de esa familia, y que Esther Casas, directora de Vivienda y Emprendimiento de la organización define como «un equipazo de gente, ya no solamente profesional, sino humano».
Cuando el coronavirus llegó a España y el mundo se paró, a los habitantes de este complejo les salió «esa parte de responsabilidad, de cuidar y proteger y a la vez que me cuidaran y me protegieran», afirma Casas. Los primeros momentos, cuando no había más que incertidumbre, fueron difíciles «en situaciones de enfermedad te sale la parte más vulnerable y al final quieres estar acompañado por las personas que más necesitas», asegura. Así fue como 30 de los 37 integrantes de la familia de amigos se fueron a pasar el confinamiento a casa con sus familias. A pesar de la dureza de la situación, tenían claro que no podían perder la sonrisa, su signo de identidad. Tenían que buscar un motivo para seguir sonriendo a la vida «desde el primer minuto estábamos muy comprometidos con que teníamos que darles calor de hogar y muchísima seguridad», manifiesta.
Durante los meses que duró el confinamiento mantuvieron el contacto con las personas que estaban en sus domicilios. Tenían claro que eran momentos muy complicados que había que compartir. «Hacíamos videollamadas todas las semanas para saber cómo nos iba la vida. Aparte de esto, todos los días a las ocho quedábamos para aplaudir juntos», recalca Esther. Ese momento de agradecimiento a todas las personas que estaban luchando para contener el virus les unió mucho, «somos un grupo muy comprometido con la sociedad, en ese momento valoramos mucho que el mundo pudiera seguir moviéndose, aunque fuera despacio», relata.
Desde marzo hasta junio, aproximadamente, la Comunidad de Madrid les ofreció apoyo moral a través de una trabajadora social a la que podían contar sus inquietudes, «para mí por lo menos fue muy buena ayuda tener esa compañera, que era un poco el puente con la Comunidad de Madrid», señala la directora de Vivienda y Emprendimiento. Actualmente tienen que escribir todos los días en una base de datos su situación frente al virus. Explica que a nivel material al principio fue un poco complicado, por los problemas de estocaje que existían con las mascarillas y los equipos de protección individual (EPIs), entre otros. Después sí que empezaron a suministrarles lo que necesitaban a través de una petición de necesidad.
A partir de mayo, cuando empezó la desescalada, comenzaron a reencontrarse y lo vivieron como si hubieran pasado muchos años, a pesar de que fueron dos meses y unos días. La directora cuenta que «han venido muy reseteados emocionalmente».
Poco a poco están volviendo a la normalidad. En septiembre tenían programada una fiesta para celebrar los 20 años viviendo juntos. Querían celebrarlo por todo lo alto, pero el Coronavirus no les dejó. Aún así, lo festejaron en petit comité con la participación de las familias de manera telemática.
Afortunadamente, y aunque lo han visto muy cerca, la Comunidad de Madrid les ha catalogado como residencia verde al no tener ningún caso de Covid-19 hasta ahora en su interior. A pesar de ser una vivienda de puertas abiertas han llevado muy a rajatabla el tema de las visitas por las restricciones que la situación requería. Ahora cuando se marchan a casa intentan que sea por un periodo mínimo de una semana, para que cuando al volver se realicen los test de antígenos «den resultados fiables», relata Esther. A pesar de que ya están vacunados siguen con el mismo compromiso «porque yo estoy vacunado, pero el de al lado igual no», asegura.
Emprendedores de Vida
Durante este tiempo se han tenido que reinventar en lo que al ámbito laboral se refiere. Emprendedores de Vida es el grupo de trabajo que conforman, en el que crean productos —hechos a partir de materiales reciclados como cartón, vidrio o telas— para luego venderlos. A pesar de que la venta online no era su fuerte Esther comenta que se han tenido que «ponerse las pilas haciendo formación profesional de redes sociales y plataformas para poder vender sus productos al exterior». Diego, residente de «El apartamento», afirma que en su catálogo tienen «tote bags a juego con mascarillas, delantales…», pero que lo que más compra la gente «son las botellas».
Cuando todo esto acabe Marcos, inquilino de la vivienda, tiene la esperanza de poder volver a sus clases de baile de los jueves a las que tanto «echa de menos». María, miembro de la familia de amigos, espera con entusiasmo poder ir al cine. Y todos desean poder celebrar cuanto antes esa fiesta de aniversario que tienen pendiente.