Del `Cara al Sol´ a la checa: las mil caras del Cinema Europa
Nerea Chicote · Iván Martín
El Cinema Europa vivió su máximo esplendor cuando acudir a ver una película era un espectáculo mágico, cuando muchos fantaseaban con lo verosímil de lo proyectado en la sábana blanca. Decía el director italiano Guiseppe Tornatore que «el cine es mejor que la vida, con cada película se nace de nuevo». Así fue para algunas generaciones españolas: el cine supuso el principal alivio sociocultural en la delirante primera mitad de siglo XX. Ese mismo arte que hoy ha perdido su supremacía social frente a la televisión, los videojuegos o el vídeo bajo demanda.
Pero remontémonos al principio, su historia trasciende el paradigma cinematográfico. En 1929 el Europa abrió sus puertas con el estreno de `El Hermanito´ (Harold Lloyd, 1927). Ubicado en el 160 de la calle Bravo Murillo, pronto fue bautizado por el público como el mejor cine de Madrid. No era para menos: el edificio, construido en esquina y presidido por un bello ventanal, contaba con más de 2000 butacas, numerosos palcos y dos amplios anfiteatros. Diseñado por el joven arquitecto Luis Gutiérrez Soto, la estructura, innovadora en nuestro país, respondía a la corriente expresionista alemana -dominante en la Europa de la época- y sus detalles seguían las directrices del `art deco´. Un año después, el mismo Gutiérrez Soto diseñaría el también histórico Cine-Teatro Barceló.
En los años 30, durante la República y en pleno apogeo del Europa, diversos partidos políticos decidieron realizar sus mítines en la sala de exhibición. Cuatro Caminos era por entonces un barrio obrero ubicado en la periferia madrileña; o sea, un apetitoso cultivo de votos donde seducir mediante la ideología. Por el púlpito cinéfilo pasaron desde Miguel de Unamuno -de la mano de Alianza Republicana tras volver del exilio al fin de la dictadura de Miguel Primo de Rivera-, el socialista Largo Caballero o La Pasionaria. Precisamente en un abarrotado Cinema Europa se presentó el himno falangista `Cara al Sol´, futura canción insignia del franquismo. Este mitin, correspondiente al dos de febrero de 1936, fue el último del líder de Falange, José Antonio Primo de Rivera, antes de su fusilamiento en noviembre de ese mismo año, en los primeros compases de la Guerra Civil.
La guerra llevo al cine de Bravo Murillo a otra dimensión. El local fue ocupado por los anarquistas del CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y convertido en cuartel militar de las Milicias Confederales. Además, su sótano sirvió de checa: centro de detención, interrogatorio, tortura y asesinato, común en la zona republicana durante el primer año de la Guerra Civil.
A cargo de este grupo criminal estaba Felipe Sandoval, un antiguo pistolero de la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Un asesino que comandó una de las más terribles checas de Madrid. En la planta subterránea del Cinema Europa no solo falangistas y afines al bando nacional fueron torturados y ejecutados, también varios comunistas. Estos episodios demuestran la animadversión y la tremenda diferencia ideológica entre anarquistas y comunistas pese a pertenecer al mismo polo bélico. La Junta de Defensa de Madrid, con el sí del Gobierno Republicano, ordenó la prohibición de las checas en noviembre de 1936.
Ya en posguerra, el cine recuperó su función artística. Desde el inicio de los 40, mutó hacia un lugar de culto falangista -al darse aquí el último mitin de J.A. Primo de Rivera- que se prolongó hasta unos años después de la joven democracia.
Varias décadas después, el Cine Europa seguía siendo una referencia en Madrid. «Hacia los años 70, Tetuán contaba con más de quince cines y Bravo Murillo, su principal arteria, se alzaba como todo un Hollywood madrileño, sin obviar, por supuesto, a la propia Gran Vía. Bravo Murillo era la antigua carretera de Madrid a Francia por Irún, una de las grandes salidas de la capital, una zona muy comercial y muy bien comunicada», comentaba en este mismo diario la periodista Miriam Ruíz Castro en 2012.
La mítica sala fue envejeciendo y perdiendo importancia en el panorama cinematográfico madrileño. La aparición de los multicines aceleró la desaparición del Cinema Europa. Además, la pasión por el cine disminuía en un país en el que empezaba a emocionar la caja cuadrada. «La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural», aseguró Federico Fellini una vez. La realidad es que el histórico Cinema Europa, raído por la indiferencia, cerró para siempre en 1988. La empresa Saneamientos Eugenio Pereda compró el lugar y transformó el interior del otrora centro cultural en un expositor de venta de cuartos de baño. El exterior, al estar catalogado como edificio de protección integral, no ha sufrido cambios de estructura.
Esta misma empresa, Saneamientos Eugenio Pereda, ha asegurado que van a rehabilitar la fachada del edificio. Su intención es recuperar la imagen que Soto Gutiérrez había ideado casi 100 años atrás.
«El principal propósito de esta reforma es desprenderse de la gran marquesina que cubría toda la fachada para sustituirla por otra de formas curvas igual a la construida en 1928, buscando la armonía con el resto del edificio. Tanto las puertas de entrada de la calle como los escaparates serán modificados recuperando los huecos del cine original respetando la proporción entre los distintos elementos y las líneas verticales como en el proyecto de Gutiérrez Soto», ha declarado la empresa mediante un comunicado oficial. Con esta restauración, Madrid recupera un trocito de su historia reciente; o, al menos, de su imagen.