Ficciones, el último gran videoclub de Madrid, tiene el tiempo contado
El ‘crowdfunding’ realizado en abril ha permitido que el videoclub resista al cierre durante un par de meses, pero no ha sido suficiente para asegurar su supervivencia a largo plazo
En la calle Juanelo, entre la Plaza de Cascorro y la de Tirso de Molina, asoma un joven Woody Allen sobre un cartel azul y amarillo, guardia y vigilante de todo el que entra y sale del local que tiene a sus pies. El cartel preside Ficciones, el último gran videoclub -o DVD club, como pone en el propio umbral de la puerta- que queda en Madrid. Dentro del local, detrás de un mostrador con un ordenador y varias cajas de paquetería, está Marcia Seburo, la dueña y la única persona que trabaja allí. «Soy la encargada, la dependienta, la trabajadora de la limpieza, la gerente y jefa de ventas, soy todo», dice sonriente rodeada de películas.
Mientras hace un tour del videoclub, se para para colocar en su sitio ‘Parásitos’, que un cliente había dejado olvidada entre las películas de David Lynch. «Espera, esto no tiene que ir aquí», comenta Seburo. El control que tiene sobre el orden y categoría de los más de 50.000 títulos con los que cuenta Ficciones iguala al de un programa informático. «Por aquí tenemos los clásicos, en esa estantería el cine estadounidense, el inglés o el francés. Y aquí, toda la pared es para los estrenos», expresa mientras continúa la visita guiada por las estanterías que habitan cada rincón del local. «Mucha gente me dona películas, me traen bolsas y cajas llenas de filmes», asegurando que es la única forma que tiene actualmente de ampliar catálogo antiguo. «Solo compro estrenos, ya no son tiempos como para irme a la Fnac y comprar todas las películas que viera en oferta. Ya no me salen las cuentas», lamenta Seburo.
En los 18 años de vida que tiene Ficciones ha vivido momentos muy buenos y momento más duros, pero nada había puesto tan en juego su supervivencia como la pandemia. «A día de hoy me siguen llegando facturas de 2020. Llegué a acumular 7.000 euros entre alquiler, luz, IRPF, facturas a proveedores…», reconoce la dueña. Para intentar poner remedio a esta situación, en abril de este año Seburo jugó su última carta: lanzó un ‘crowdfunding’ con el que buscaba cubrir las deudas que arrastraba de la pandemia y empezar «de cero». «El ‘crowdfunding’ ha ido muy bien, se completó y muy rápido. Fue increíble», explica emocionada la dependienta.
Pero no todo es tan bonito como aparenta. A través de la campaña en GoFundMe llegó a recaudar 4.900 euros, lo que ha permitido que el videoclub se mantenga a flote, pero solo durante un par de meses. «Sin el ‘crowdfunding’ hubiera podido seguir un mes, a lo sumo dos», confiesa la dueña, que aún así duda de que Ficciones pueda aguantar mucho más tiempo. «Por desgracia, si las cosas siguen así, yo el siguiente verano no lo enfrento. En abril o mayo del año que viene estaría cerrando», dice apenada Seburo, momentos antes de que la interrumpa una clienta que entra al local. «¿Qué tal Marcia, todo bien? Tengo dos pelis para este mes, ¿verdad?», pregunta Marta a la dependienta, refiriéndose al bono de descuento que tiene por ser socio.
Socios de «la vieja escuela»
Marta es una socia habitual de Ficciones, forma parte de los 38.000 socios que están registrados en el videoclub. Acude cada dos semanas a por nuevas películas que ver en familia, rehuyendo de utilizar plataformas como Netflix o Prime Video. «Quiero mostrarles a mis hijos películas que no se encuentras en las plataformas, y si de paso puedo no gastar en Jeff Bezos mejor, que no le falta dinero», cuenta mientras se ríe, confesando a su vez que en la pandemia tuvo que usar la plataforma de Amazon, y que por la «peligrosa» comodidad que facilita había tardado «más de la cuenta» en volver a pasar por el videoclub. Mientras tanto, a Ficciones han llegado más clientes, como Jaime, otro socio asiduo. Seburo le saluda y comenta que se trata de un «cliente de viernes», mote que demuestra la complicidad de la dueña con sus habituales. «Vengo todas las semanas porque no hay ninguna plataforma que te ofrezca todo el contenido que puedes encontrar aquí, si acaso en inglés pero no en español», responde Jaime, tras preguntarle porqué se molesta en acercarse a Ficciones en vez de usar Netflix. «Además volvemos a lo mismo, si no apoyamos el videoclub este va a desaparecer», añade resignado Jaime, antes de seleccionar ‘Al final de la escapada’ de Godard de la estantería de cine francés y marcharse del videoclub.
A pesar del gran número de socios que tiene Ficciones registrado, Seburo confiesa que «activos» son únicamente 150, ni el 1% del total de socios con ficha. La baja afluencia de estos, sumada al bajo número de alquileres que realiza a la semana, ha obligado al videoclub a reinventarse y buscar ingresos de otras fuentes. «Yo he intentado siempre no desviar del servicio que debe dar un videoclub, y si vendía ‘merchandising’ que fuera siempre relacionado con películas», explica Seburo, mientras muestra las chapas y camisetas de ‘Studio Ghibli’ que vende. El servicio que más destaca es el de punto de recogida de paquetes, que atrae a más clientes de lo esperado, pero no es una gran fuente de ingresos, le da para pagar la luz, pero «poco más». «Lo único extracine es la paquetería, sé que otros videoclubs lo hacen, pero yo rehúyo de cualquier otro servicio porque no me gusta mezclar negocios», explica Seburo.
Renovarse o desaparecer
Como indica la dueña de Ficciones, otros videoclubs más pequeños han optado por fusionar su negocio de alquiler de filmes con la papelería, fotografía o la hostelería, buscando mantener a flote el negocio y no tener que bajar la persiana. Según Anemsevi, la Asociación Nacional de Mayoristas del Sector Videográfico (en la actualidad clausurada), en España quedaban en 2019 unos 300 negocios de alquiler de películas, cuando en 2005 pasaban de los 7000. Ahora, Seburo asegura que son «apenas 50» los videoclubs que quedan en España, o al menos eso son los participantes del grupo de WhatsApp de videoclubs españoles. En el caso de Ficciones, Marcia Seburo pretende que su videoclub perdure lo máximo posible. «Cuando creé mi empresa la llamé El Último Videoclub, con la esperanza de que este sea el videoclub que quede para siempre, como un testigo».
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