El teatro municipal abandonado que espera nuevo dueño
El espacio cultural del barrio del Pilar continúa deteriorándose y con un futuro incierto
El telón del Teatro Madrid se bajó hace casi 12 años y, a estas alturas, probablemente, los trozos de tela y el decorado han pasado ya a mejor vida. Con capacidad para cerca de 1.000 espectadores durante sus años de actividad, el espacio municipal cerró sus puertas en junio de 2011 dejando al barrio del Pilar huérfano de una programación cultural rica en espectáculos de danza. Las esperanzas de verlo algún día abierto de nuevo se fueron diluyendo tras proyectos fallidos y obras inconclusas. Ahora, el Ayuntamiento ha dado los primeros pasos para recuperar el teatro, presa del abandono, aunque su futuro sigue siendo incierto.
“Quienes olvidan su cultura, mal van”, dijo Pilar Bardem el día de la clausura del teatro. Y así fue –o parece que fue– durante años: ignorado y vandalizado a partes iguales. Aunque el Ayuntamiento no tardó en poner el cartel de ‘se alquila’ para adjudicar su reforma y explotación a alguna empresa, la iniciativa privada no prosperó. En 2018, el Ejecutivo de Manuela Carmena inició un proyecto para rehabilitar la zona de las antiguas oficinas. “Era un plan modesto que pretendía convertirlas en un espacio de desarrollo cultural vecinal”, explica Miguel Ángel Ordinas, vecino de Fuencarral-El Pardo. Pero, antes de terminarse, la empresa quebró y la corporación municipal entrante desechó el proyecto. Mientras, el Teatro Madrid continuaba deteriorándose.
El último y más reciente intento por recuperar el centro dramático se anunció en diciembre de 2021. La Junta Municipal de Distrito retomó la fórmula de colaboración público-privada y encargó a la empresa gallega J&L Spain, SL un plan de viabilidad para reflotar el teatro. Terminado el periodo de alegaciones, desde el órgano municipal indican que se están “recabando los informes preceptivos previos para el expediente de contratación». Asimismo, el concejal presidente Javier Ramírez anunció en el pasado pleno de diciembre la creación de un comité de expertos en el que van a estar todas las áreas, “para que todo el mundo pueda valorarlo”. “Ahora, va a haber una licitación pública libre y transparente”, zanjó el responsable.
Su construcción, en cambio, no será en esta legislatura, que acaba con las elecciones del 28-M, tal y como confesó el propio presidente, preguntado por la situación actual del proyecto: “Sí les digo que habrá una empresa que empezará la obra”. Pero algunos vecinos dudan que el plan prospere a corto plazo. «Este año, con los comicios, se va a hacer poco. El equipo de Gobierno cambia y es muy probable que la Junta Municipal no esté en plenas funciones hasta después de verano. Este año lo podemos dar por perdido otra vez”, opina Óscar Chacón, miembro de la asociación vecinal La Flor desde hace más de 20 años.
En cualquier caso, el principal punto de discrepancia es el uso que se va a dar a las antiguas oficinas, que los vecinos reclaman para sus actividades. “Lo que proponía la empresa gallega es que estas dos parcelas contiguas al teatro se convirtieran en un gran restaurante, algo que nos parece una aberración”, manifiestan desde la agrupación. “Nosotros no podemos estar en contra de que se rehabilite el Teatro Madrid, todo lo contrario. Pero quisiéramos que fuera, no solo un espacio para la creación artística, sino que también tenga acceso gente que se mueve a nivel cultural en el distrito”.
Referente nacional
El Teatro Madrid fue una excepción a la norma. “No es habitual ver este tipo de espacios en los distritos de la periferia; normalmente están en la zona centro”, recuerda Chacón. El centro dramático abrió sus puertas en 1992, cuando Madrid empezó la Capitalidad de la Cultura Europea, y ya por aquel entonces comenzó a dar problemas. “El edificio tuvo una serie de deficiencias importantes que después se subsanaron”, explica Miguel Ángel Ordinas. Se inauguró finalmente el 12 de enero de ese año, con un concierto de la banda municipal de música y, cinco años después, el Ayuntamiento cedió la gestión de las instalaciones a la empresa Artibus.
Durante sus años de actividad, el recinto se convirtió en un espacio de referencia de la danza a nivel nacional y, en sus últimas temporadas, se pudieron ver allí algunas de las compañías más vanguardistas del ballet nacional e internacional. Ganó un público fiel gracias a su especialización, “pero lo cierto es que, más allá de que hubiera vecinos que fueron a muchas obras, nunca fue un teatro del barrio, era más un teatro de Madrid”, precisa Ordinas. Casualidades de la vida, el tenor que cerró una programación cultural de casi dos décadas “ahora vive en el barrio y da clases de canto lírico en el centro comunitario Guatemala”, afirman desde el barrio. Una clausura que debía ser temporal, “hasta que se solventen las deficiencias antes de ponerlo otra vez en funcionamiento”, se ha convertido en indefinida.
En progresivo deterioro
Una docena de años en situación de abandono pasa factura. Sellado por todos sus flancos para evitar más saqueos y vandalismo, el edificio no difiere mucho de una nave industrial ruinosa. Las importantes deficiencias y destrozos –cristales rotos, hierros oxidados, pintadas y suciedad– solo se disimulan por las vallas de obra y los escombros que desde hace meses se acumulan en el parque de La Vaguada por los trabajos de remodelación del estanque y su entorno. No se podrá negar, al menos, que las paredes en ladrillo visto del Teatro Madrid han ganado en colorido. En la entrada principal, bajo la marquesina, las chapas metálicas que impiden el paso apenas disponen ya de espacios ‘en blanco’ para nuevos grafiteros. Los laterales, desde hace unos años, han sido tapiados a cal y canto “porque estaban todas las ventanas rotas”, comenta Chacón.
Teniendo en cuenta el aspecto de su fachada, no es difícil adivinar que el interior del teatro ha corrido la misma suerte. A nivel vecinal, señalan desde la asociación La Flor, se ha conseguido entrar en dos ocasiones; la última, en 2018. “La primera vez que entramos no estaba demasiado mal, pero lo que vimos después fue mucho peor. Si entras ahora verás butacas rotas, algunas tiradas, un montón de basura, espejos y cristales rotos…”, lamenta, y añade: “A medida que ha pasado más tiempo y el edificio ha caído en la dejadez e la inoperancia, los costes de una posible rehabilitación se han ido elevando”.
Desde la agrupación vecinal, critican que los años de pasividad han desgastado uno de los terrenos más emblemáticos del barrio del Pilar, resultado de una movilización que es historia viva de Madrid. “Es una pena que unos espacios públicos –el centro cultural, la biblioteca, el centro de salud, la piscina municipal, el Parque de la Vaguada y el propio teatro– que lograron los vecinos con su lucha estén, en algunos casos, infrautilizados o deteriorándose”.