Fin de la Navidad

Faltan apenas dos semanas para que dé comienzo la celebración del nacimiento de Jesucristo. Para aquellos que no lo saben, la noche del 24 de diciembre se celebra eso, la Navidad. En España la fecha cada vez se convierte en algo más comercial, en una excusa para viajar y en un motivo para cenar y gastar. Pero, por mucho que huyan, que nieguen o que no quieran verlo, en un país donde ser cristiano cuesta, el 24 de diciembre todos se reúnen  delante de una mesa para celebrar la llegada de El Salvador.

El Observatorio del Cambio Climático de Andalucía se quejaba por el encendido de las luces que adornan las calles: “No nos permiten ver el espacio”, decían. Muchas personas creen que las famosas bombillas están ahora bien porque ya no aluden a motivos religiosos; pero sin embargo la gente continúa mandando Christmas y comprando el roscón de Reyes. Señores, desde aquí  un llamamiento al fin de la Navidad y a la libertad razonada.

Todos los que se quejen del cristianismo, los que no crean en Dios o vean absurdo ir a misa determinados días, que esos días no hagan nada. Que sus Majestades los Reyes Magos de Oriente no visiten sus casas y que, por ejemplo, venga “el hombre del saco” a traer regalos otro día. Que no vayan a comprar figuras a la Plaza Mayor, ni tomen caldo y sobras el día 25, que no participen en la cena de Navidad. Pueden reducir sus festividades al día 31, para celebrar que entra un nuevo año.

Pero eso no va a suceder. Porque la Navidad es la ilusión del niño, el amor de la familia, el calor de una chimenea (en su defecto radiador) y el nacimiento de Jesús. Por eso, España no es tan progre como quiere ni tan mala como la pintan, porque al final TODOS en apenas tres semanas estarán frente a una mesa celebrando (aunque algunos no lo quieran ver) el amor que enseñó Dios y que todos tienen en su corazón. O a lo mejor es cierto y acaban con la Navidad…