La «parcela sin recalificar» que Ignacio Camacho cultiva en ABC
Al buscar imágenes en Google que respondan a «Ignacio Camacho», antes de dar con la foto del columnista aparecen cinco del futbolista que es su tocayo. Sin embargo, si se busca en la web, las primeras cinco entradas corresponden al reputado periodista sevillano. Y es que uno puede no poner cara a Ignacio Camacho, pero seguro que ha leído algunas de sus columnas de opinión.
«En casi treinta años de oficio he hecho de casi todo lo que se puede hacer en periodismo, menos de corresponsal de guerra y de cronista taurino. Prensa, radio y televisión. He abierto y cerrado periódicos, en sentido literal y figurado. He compuesto portadas y escrito contraportadas. He tocado todos los géneros, con mayor o menor fortuna, y a veces hasta he dado alguna noticia». Este es el «cartel de Bienvenidos» que el periodista ha escrito de su propio bolígrafo plateado en la «parcela sin recalificar» —como la llama, entre bromas— que cultiva cada día en ABC. Lleva ligado a la centenaria cabecera más de una década y en ella cultiva Economía, Sociedad, Hacienda, Deportes, Cultura y, sobre todo, Política. «Escribo en una página editorial y la actualidad política es la materia prima», comenta.
Durante un tiempo, incluso, Ignacio Camacho dirigió el huerto entero que es ABC. Pero «fue un infierno» del que dice no haber disfrutado. Y cita al filósofo y exministro francés Luc Ferry: «La experiencia más fuerte que tienes cuando llegas al poder es que no tienes poder. Descubrí esto y me fui». Al frente de ABC pasó Camacho desde septiembre de 2004 hasta diciembre de 2005, en un «momento editorial convulso». «El PSOE había ganado las elecciones y los lectores de ABC sintieron que les habían ‘robado’ el partido con un gol de último minuto; estaban especialmente sensibles. No supe gestionar ese momento».
En los años que lleva publicando sus columnas en ABC, no más de media docena de veces sus jefes le han propuesto el tema sobre el que tenía que escribir. «Elijo mis temas, aunque a veces ellos me eligen a mi», explica Camacho, «el columnista vive en un proceso de documentación perpetua. También de búsqueda de ideas».
«Los columnistas escribimos artículos, no paridas», sentencia. Aunque se declara, como todos los de su generación, «hijo, en parte, de Francisco Umbral», asegura que la broma que repetía el escritor —«esto es así, o no, pero no me voy a levantar ahora a mirarlo»— es precisamente de lo que el buen columnista ha de huir. «No nos sentamos a escribir lo que nos apetece. La credibilidad hay que ganársela día a día. Somos técnicos en hechos, como decía Arcadi Espada, y también técnicos del lenguaje; tenemos que escribir bien».
Sobre periodismo y otras «faltas de certeza»
El periodismo vive hoy como en los tiempos de Adriano, en los que «los viejos dioses habían muerto y los nuevos no habían nacido todavía». Ignacio Camacho cuenta que cuando su hijo le advirtió que quería ser periodista, intentó disuadirlo. El motivo: la incertidumbre que atraviesa el negocio de la prensa escrita. «Constatamos certezas en los fallos, pues dependemos de genialidades intuitivas», asegura, y se muestra escéptico ante los gurús de la profesión, de los que dice no haber oído «demasiadas cosas inteligentes».
«Fue bonito mientras duró y adaptarse va a costar», apunta recordando la que ha sido una época dorada de la prensa escrita, a la que acusa de haber estado sustentada sobre una «burbuja de ingresos» que finalmente ha estallado. Camacho opina que, con la llegada de Internet, «se tomaron decisiones equivocadas que aceleraron la decadencia del papel». Una de ellas fue migrar a la web sin pensar cómo ganar dinero con ella. Y ahora es, quizás, demasiado tarde. ¿Quién va a pagar por lo que tuvo gratis? «La independencia de un periodista está en sí mismo, pero la de los medios está en su independencia económica», sentencia. «Mientras estamos subidos a la bicicleta, hay que pedalear sin parar para que no se caiga».
Sobre el estado de los diarios españoles, Camacho lo tiene claro: están tan vinculados a corrientes ideológicas o políticas que cada periódico se sitúa en una de las dos aceras, dejando cada vez más libre la calle de en medio. La prensa está «cada vez más orillada». «Ni siquiera tras leer un periódico de cada orilla nos hacemos una idea de la realidad, no hay terrenos de encuentro».
Su terreno más cultivado, que da sus frutos cada día en la página 15 del diario, es el de la opinión, aunque no cree que exista «la opinión pura». «En España, la información tampoco es pura, está cargada de editorial y de opinión». El periodista asegura que los periódicos deben «ser de una determinada tendencia, pero no de un partido. Lo importante es tener una línea ideológica, que topa con su límite cuando fastidias a los lectores».
«Cuando la gente me para para decirme algo sobre mis columnas nunca me dice ‘a ver si eres más objetivo’, sino ‘a ver si das más caña’». Ignacio Camacho afirma que los españoles compramos «el periódico que comparte nuestra visión del mundo, no el más objetivo». Es lo que él denomina «la testiculocracia española».
Camacho afirma que ABC tiene ese «poso liberal» que históricamente le ha acompañado, aunque para los jóvenes «hoy parezca rancio». La pluralidad en un periódico como ABC, que no es una televisión pública sino un proyecto privado, es «tener un modelo ideológico abierto, y más si es liberal». El columnista asegura que «ABC puede presumir de ello». Su actual director, Bieito Rubido, lo definió hace no mucho como un periódico «guapo, sentimental, católico, monárquico, español y del Real Madrid». O quizás no fue él, pero no me voy a levantar ahora a mirarlo.
Modelo ideológico más abierto y liberal es lo que yo perseguiría en un buen periódico.
Buen final lo de «pero no me voy a levantar ahora a mirarlo».
Espero que el periódico escrito nunca desaparezca.